domingo, 27 de enero de 2008

Doctor Faustus; de Christopher Marlowe

En realidad el título completo sería "La trágica historia de la vida y muerte del doctor Fausto" (escrita y estrenada aproximadamente en 1592 y publicada por vez primera en 1604). Y sería ésta la más famosa de sus obras, además de otras como "El judío de Malta" (estrenada en 1589) o "La masacre de París" (estrenada en 1593). Marlowe fué un autor maldito: Fué acusado de blasfemo, homosexual y ateo, y su muerte fué trágica, asesinado a los veintinueve años en 1593. A pesar de ello su obra fué mas o menos extensa, llegando a escribir hasta siete dramas.

Hay una leyenda en torno a la figura de Christopher Marlowe realmente memorable. Pues se dice que Marlowe y Shakespeare fueron la misma persona. La teoría está basada en una serie de coincidencias realmente alucinantes: En primer lugar, antes del asesinato de Marlowe, el 30 de Mayo de 1593, no hay constancia (ni documentos) de la existencia de William Shakespeare. Sólo tras la muerte de éste comienzan a aparecer datos que demuestran la aparición en la escena teatral de Londres de alguien llamado Shakespeare. Además, son abundantes las coincidencias, prácticamente literales, entre algunos escritos de Marlowe y Shakespeare. Éste cambio, según ésta fantástica leyenda, tendría su causa más inmediata en las graves acusaciones que se le hicieran sobre Marlowe de pederastia, homosexualidad o ateísmo. Por tanto, para limpiar su nombre, se buscó una especie de sustituto que pusiese rostro a las obras que Marlowe fuera escribiendo, o bien, directamente, el propio Marlowe adquirió su identidad. La supuesta trama es digna de una película.

A parte de ello, Doctor Faustus, que acabo de leer, toma como guión un libro muy popular que había sido editado en Alemania hacía pocos años: el Faustbuch o Fausto de Spies. En él se relataba la historia de un alemán que tal vez se llamara Georgius Faustus, un personaje de la época tildado de mago y nigromante, que iba pregonando que había vendido su alma al diablo para alcanzar la sabiduría. Por lo tanto, la leyenda cuasi arquetípica que ha llegado a nuestros días estaba basada en él. Y tres grandes obras se alzan en la historia de la literatura tomando como soporte ésta historia: Doctor Faustus, de Marlowe (1592); Fausto, de Goethe (1808 y 1832); y Doktor Faustus (1947) , de Thomas Mann. Los paralelismos entre Faustbuch y Doctor Faustus son evidentes, pero Marlowe le dió al texto una riqueza poética e inspiradora del que estaba desprovista el original. Aunque bien es cierto que, cuando se habla del Fausto de Marlowe, se tiene en cuenta que texto que conocemos no es el que originariamente escribiera Marlowe, sino que se trataría del producto de tres autores más, que aumentaron la obra con nuevos pasajes y modificaciones.

Independientemente de lo dicho anteriormente, la obra de Marlowe se erige como una creación realmente subversiva para su época, preñada además de la poesía y carga dramática propias de una tragedia inmortal. En ella se nos relata cómo el hambre de saber y conocimiento empuja a Fausto a llamar a Mefistófeles, y éste, a cambio de su servidumbre, le pedirá el alma una vez que transcurran veinticuatro años. Además de conocimiento, Mefistófeles hace desfilar ante él los siete pecados capitales, le hace jugar y reirse de las órdenes de un Papa, manda traer a Alejandro Magno, a Elena de Troya... y consigue así que Fausto sea conocido y admirado por el mundo entero. Mientras todo esto sucede, en su conciencia la lucha está representada por la aparición de un ángel Bueno y otro Malo, cuyos consejos, el uno exhortándole a que se arrepienta y el otro diciéndole que ya es tarde para ello, le hacen dudar contínuamente de su decisión. Transcurridos los veinticuatro años, y viendo la próxima llegada de los diablos para llevárselo al infierno, Fausto se lamenta de su final y clama en los últimos minutos "¡Oh, galopad, galopad despacio, caballos de la noche!". Pero cuando dan las doce, los demonios entran en escena y se lo llevan. La última escena, aunque mil veces vista o leída, no deja de impresionar, aun siendo previsible. La carga emocional que imprime Marlowe, el miedo de Fausto, el terrible y último lamento:

"¡Oh, alma! Dilúyete en minúsculas gotas de agua
y piérdete en el océano para que nadie te encuentre"

Aunque no deja de ser un texto moralizante, representando qué es lo que le ocurre a quienes pecan y a los que no siguen las directrices celestiales, además de mostrar el consabido margen limítrofe del ser humano entre el bien y el mal; hay ciertas escenas cómicas y reflexiones punzantes sobre la iglesia.
A pesar de ello, la lectura de la obra no llegó a entusiasmarme tanto como cuando leí la primera parte del Fausto de Goethe. Pero considero su lectura obligada a todos los seguidores y adoradores de Satán (ah, y a los amantes del teatro).

jueves, 24 de enero de 2008

V de Vendetta; de David Lloyd y Alan Moore

O también V de Venganza. Alan Moore y David Lloyd crearon una obra cuya insignia es la idea de anarquía. La idea total y poética de anarquía y libertad. Moore no necesita mucha presentación, ha sido guionista de obras tan importantes para el comic como Watchmen (1986-1987), Swamp Thing (1984-1987) o From Hell (1989-1999) además de V de Vendetta (1983-1987). Lloyd es conocido, sobre todo, por su trabajo en V de Vendetta, aunque también ha dibujado en Hellblazer (junto a Grant Morrison y Jamie Delano) o Global Frequency (con Warren Ellis).

La historia de V de Vendetta parte de la historia de Guy Fawkes, un conspirador que en 1605 quiso volar el parlamento inglés. Dado que fué capturado el 5 de Noviembre de aquel año, desde entonces se celebran todos los 5 de Noviembre "La noche de las hogueras" donde se simula la quema de Guy Fawkes. El personaje de V, el héroe anarquista enmascarado, está basado punto por punto en las imágenes que se tienen de Fawkes: Su sombrero, su atuendo, su barba y su... rostro. Pero no sólo en su aspecto, pues V, repite el afán conspirador de 1605, pero ésta vez a finales del siglo XX, en una distópica sociedad gobernada por una política totalitaria y fascistoide. Moore comentaría después que quiso que en la obra quedasen conceptos e ideas reflejadas como en: Orwell, Huxley, "Teatro de sangre" y "Dr Phibes" con Vincent Price, Fahrenheit 451, "Europa después de las lluvias" de Max Ernst, "El prisionero", Thomas Pynchon... etc.

La relectura de éste comic [Enorme, gigantesco] era imprescindible. Y tras ésta última lectura puedo entrever características de las que no era consciente cuando lo leí por vez primera. La que más me ha llamado la atención es la influencia teatral en la obra. Las primeras palabras de V están extraídas de, ni más ni menos, Macbeth de William Shakespeare, representada por vez primera, precisamente, sobre 1606. Pero hay más, pues se puede considerar la "Galería en la sombra" como el espacio tras las bambalinas, y la ciudad de Londres como un enorme escenario. Además diversas partes del comic están pensadas como si fuesen una obra teatral: Los tres libros o "actos" en los que está dividido o las disquisiciones y citas de V son gran ejemplo de ello:

"...Pero caen los utensilios y el decorado, y el reparto por la mismísima obra es devorado", "En la sesión matinal hay un asesino, hay cadáveres en las butacas y en los pasillos", "...Espectadores y actores no saben si el espectáculo ya terminó, y esperan su pie entre bambalinas...", "...Pero la máscara sólo les ofrece una sonrisa"

Otro símbolo teatral es el de la máscara. Una máscara que no esconde un rostro, sino una idea, una idea que es lo que realmente se quiere hacer llegar al público, pues el actor es sólo un medio para la idea:

"Debajo de esta máscara hay más que carne, debajo de esta máscara hay una idea... y las ideas son a prueba de balas."

Tras éstas disquisiciones, diré, que éstas analogías teatrales tal vez hayan sido derivadas de mi obsesiva lectura de teatro que desde hace un mes me atenaza, y eso es posible que haya influído un poquito (pero solo un poco).

Impagables algunas páginas, como por ejemplo, las que representan una entrevista entre V y la estatua de la Justicia, donde V le echa en cara haberse acostado con "otro". Y termina haciéndola estallar con una bomba y diciendo "Las llamas de la libertad. Qué hermosas. Qué justas. Ahh, mi preciosa anarquía", "Oh, belleza, hasta ahora no te conocía".

Una obra total de arte.

martes, 22 de enero de 2008

Casa de muñecas y Los espectros; de Henrik Ibsen

Henrik Ibsen, autor teatral noruego del siglo XIX, innovó hasta tal punto el arte escénico que hoy por hoy es considerado por muchos como el creador del teatro moderno. Su obra puede dividirse en tres etapas: Una primera romántica (hasta 1878), seguidamente de otra denominada como etapa de realismo socio-crítico (en ésta etapa encontramos sus obras más destacadas: Casa de muñecas, Los espectros, Un enemigo del pueblo y El pato salvaje), y una última etapa simbólica o más metafórica. Fué admirado y defendido por Bernard Shaw y supuso una influencia vital para Chejov o Strindberg o Pirandello o Sartre o Camus.

Casa de muñecas (1879)

La obra, dividida en tres actos, presenta la terrible historia de un matrimonio que, a primera vista, parece normal y corriente, pero que en el fondo no es más que, metafóricamente, una casa de muñecas donde el marido maneja a su antojo y juega con la mujer. Helmer, el marido, es un hombre de buena posición, que pronto será el director de un banco. Es presentado como un hombre serio, de rígidas convicciones y verbalmente amoroso hacia su mujer: Nora, su esposa, es muy jovial y alegre, liviana y vital. Bajo estos dos rostros amables, vamos, poco a poco, descubriendo la cruda realidad de un matrimonio roto, en un desequilibrio compensado por la fiel Nora, que es quien siempre cede a los designios de Helmer, en pos de una armonía que no es tal.

NORA.- Tú tienes siempre la razón en todo lo que haces.
HELMER (besándola la frente).- ¡Vaya!, la alondra empieza a hablar con cordura.

Tras las palabras dulcificadas de Helmer, vamos extrayendo un régimen inflexible y severo bajo el que está encarcelada Nora.

NORA.- Doctor..., a usted deben de gustarle mucho los bailes de máscaras...
DOCTOR RANK.- Sí, cuando abundan los disfraces divertidos.
NORA.- Vamos a ver: ¿Qué disfraz luciremos la próxima vez usted y yo?
HELMER.-¡Pero qué loca! ¿Pues no está pensando ya en la mascarada próxima?
DOCTOR RANK.- ¿Usted y yo? Voy a decírselo: usted irá de mascota.
HELMER.- Muy oportuno; pero has de encontrar un traje de mascora favorecedor.
DOCTOR RANK.- Bastará que se muestre tu mujer tal y como la vemos a diario.

Nora sabe, de forma inconsciente y luego conscientemente, que el equilibrio puede verse roto en cualquier momento si su marido descubre un secreto que ella guarda. Siente un miedo atroz, y de forma indirecta habla de marcharse y echarse al río, porque no puede soportar tan solo la idea de que eso ocurra. Pero a la vez conserva la esperanza de que éste lo entienda y le demuestre su amor. Incluso antes de enterarse de su secreto éste le dice:

HELMER.- (...) Nora. Ahora, nos debemos el uno al otro de manera exclusiva. Ah, mi bienamada mujercita mía, nunca te abrazaré con bastante fuerza. Has de saber, Nora, que a menudo querría verte amenazada de un peligro, para poder exponer mi vida, dar mi sangre, arriesgarlo todo, todo, por protegerte.

Pero al instante, tras enterarse, éste explota: la humilla, la insulta, la echa de su vida. Nora, tras ver el resultado, y verse rota su esperanza, se ve vacía. Comprende que tanto su padre como Helmer la han hecho así:

"No me habéis querido jamás. Se os ha antojado agradable encapricharos conmigo, y eso es todo (...) Cuando yo estaba en casa de papá, me exponía él sus ideas y las compartía yo; si las tenía otras por mi parte, las ocultaba, pues no le habría gustado. Me llamaba su muñequita y jugaba conmigo (...) De las manos de papá he pasado a las tuyas. Lo arreglabas todo a tu gusto, del cual participaba yo o lo simulaba (...) Tú y papá habéis sido muy culpables con respecto a mí. A vosotros incumbe la responsabilidad de que yo no sirva para nada".

Se da cuenta que no la han dejado ser quien es, que no la han dejado desarrollarse como persona, por contra siempre la han tratado como si nada pudiera hacer:

HELMER.- (...) No sería yo hombre si tu incapacidad de mujer no te hiciera doblemente seductora a mis ojos (...)

El final de la obra es toda una oda al feminismo y por ende a la libertad.

Los espectros (1881)

En los espectros asistimos de nuevo al destripamiento interior de una familia, através de la mujer y su hijo descubrimos los secretos que han ido moldeando el aquí y ahora para conformarlo tal y como está. He aquí, como en "casa de muñecas", donde aparece de nuevo el enfrentamiento entre libertad y represión. En ésta nueva lucha, cabe decir que sorprende el tratamiento dado por Ibsen a la religión, simbolizada por el pastor Manders y sus ideales conservaduristas. Estas leyes morales y sociales son las que el pastor intenta instaurar en la conciencia de la señora Alving, golpeada en la vida real por el libertinaje de su marido, y que ahora, con horror, redescubre en su propio hijo. Los tres actos de la obra no sólo sirven para pausar la acción dramática, sino que Ibsen los usa para remarcar el dramatismo vivido en cada final de acto, donde son desvelados o acaecidos momentos terribles. A mi modo de ver, el fragmento que mejor define la idea alojada en ésta obra es una conversación entre la señora Alving y el pastor:

SEÑORA ALVING.- Escúcheme y sepa cómo lo interpreto. Si estoy tan turbada y temerosa, es porque entorno mío bulle no sé qué aglomeración de espectros, alguno de los cuales siento dentro de mí, y de cuya obsesión no podré librarme jamás.
PASTOR MANDERS.- ¿Cómo ha dicho usted?
SEÑORA ALVING.- He dicho una aglomeración de espectros. Cuando he oído ahí al lado a Regina y Oswaldo, ha sido como si ante mí se irguiera el pasado... Pero estoy a punto de creer, pastor, que somos espectros todos. En nosotros no sólo corre la sangre de nuestro padre y de nuestra madre, sino también una especie de idea destruída, una especie de ciencia muerta. Es algo que no vive, aunque no por eso deja de estar en el fondo de nosotros mismos, y nunca dejaremos de escapar a su acoso (...)

Tras leerla no sorprende que ésta obra fuera prohibida el día de su estreno y también sin ser representada durante quince años en su natal Noruega, dado el carácter trangesor y revolucionario del texto (ya que hablamos de finales del siglo diecinueve). Su crítica a la iglesia es innegable, así como sucinta en imágenes terribles como la escena final, con Oswaldo pidiéndole "el sol" a su madre. Aún así, la obra no me ha gustado tanto como "Casa de muñecas".


sábado, 12 de enero de 2008

Hamlet; de William Shakespeare


Hamlet príncipe de Dinamarca... ¿Quien no ha escuchado alguna vez ese antológico soliloquio "Ser o no ser, he aquí la cuestión" o visto ese cuadro de Millais llamado Ophelia o esa infinidad de imágenes sobre la escena de Hamlet levantando la calavera de Yorick? La tragedia de Hamlet nos surte de secuencias casi arquetípicas que han quedado grabadas en la cultura general de la humanidad. Freud diría más tarde que es un perfecto ejemplo de complejo edípico. Pero el caso es que la leyenda de Hamlet no fué invención del gran Shakespeare, sino que ya antes, en el siglo XIII, un tal Sajón Gramático había escrito la leyenda sobre el príncipe escandinavo Amled. Probablemente Shakespeare, gran curioso y lector de la Historia, se inspiró en su historia para desarrollar Hamlet, aproximadamente en 1601.

Con Shakespeare me está ocurriendo algo parecido a lo que ya me pasó cuando descubrí a Dostoyevski: Ansia y fascinación por leer más y más, una obra detrás de otra. Descubriendo en cada lectura la grandeza y riqueza de un autor de una capacidad inmensa. A nivel trágico, tal vez, es ésta la más perfecta de todas las que he podido leer hasta ahora del inglés. Tal vez no tiene la capacidad poética ni la sugestión que imprimen Macbeth o El rey Lear, pero sin embargo es la que más y mejor se centra en la propia tragedia del protagonista. En las dos anteriores Shakespeare desarrollaba una red de circunstancias que envolvían a numerosos personajes, lo cual creaba una serie de subtramas que, aunque se relacionaban con la historia principal, hacían que la atención quedase esparcida por entre varios de los intérpretes, alejándonos un poco de la médula, la gran Tragedia principal. Esto, como ya he comentado, no ocurre en Hamlet. Aquí todo está centrado y gira alrededor del drama del príncipe, casi como un embudo que fuese dirigiendo todos los acontecimientos a la ineludible tragedia. Se la ha dado en llamar la tragedia de la venganza, porque todo tiene que ver con la gran e hipotética venganza que Hamlet quiere vertir sobre los que le han traicionado. Ésta traición, el asesinato de su padre, rey de Dinamarca, le es desenmascarada por la aparición y las palabras del espectro de su propio padre. Apartir de entonces Hamlet urge una venganza que consiste principalmente en mostrarse como si se hubiera vuelto loco. Una vez más, como ocurriría luego en Macbeth, lo sobrenatural es tomado para que Fortuna, el destino omnipresente en el mundo shakespeariano, dirija las vidas de los protagonistas: tanto héroes como villanos, hacia un fin ineludible, donde las cartas se terminarán poniendo sobre la mesa, es decir: Un final trágico lleno de muerte, donde la venganza es casi un artífice divino, que ha ido conduciendo las circunstancias.

Bien es cierto que Hamlet, como ya he comentado más arriba, no posee, a mi modo de ver, la capacidad convulsa y poética, ni tampoco visceral, de las tragedias que pocos años más tarde escribiría (El rey Lear y Macbeth), y eso hace que, de algún modo, no deje una sensación tan plena.

Otras entradas anteriores a Shakespeare:
El rey Lear
Macbeth

martes, 8 de enero de 2008

El rey Lear: de William Shakespeare

Una nueva tragedia y una nueva obra magna, inmortal, terrible. Si ya con Macbeth estaba casi enamorado, puedo ya, sin temor a equívocos, gritar mi apasionamiento: ¡Amo a este tío! Porque es capaz de hacernos vibrar y reconcebir nuestra naturaleza humana con un puñado de personajes memorables salidos de su tierna cabecita. Shakespeare o Shakescenes como lo llamaba alguno de su época, escribió El Rey Lear aproximadamente en 1605.

En el rey Lear se nos enfrentan dos conceptos: el del amor verdadero (ese que no puede ser expresado con palabras y que siempre es fiel) y la máscara del amor (que encubre el interés hipócrita de quien busca su propio beneficio). Tras estas dos vertientes se nos desvela una historia de muchas subtramas.

Tal vez la principal o columna sea ésta: El rey Lear confunde la adulación con el amor verdadero. Es por eso que, cuando ha de repartir sus tierras entre sus hijas, les exige a cada una de ellas que expresen su amor hacia el Rey, su padre, de esa manera cae en la trampa que las palabras edulcoradas de sus hijas, Gonerina y Regania, le tienden delante de su orgullo, y por tanto será incapaz de ver el amor verdadero de Cordelia, la más pequeña de sus hijas, cuando le dice: "¡Infeliz de mí, que no puedo llevar dentro de mis labios el corazón!" Es por esto que la destierra a ella y a su noble Kent, por defenderla. Esta primera escena, de gran intensidad dramática, marca el inicio del giro de esa rueda de la que tanto habla Shakespeare, y que no es otra que el mismísimo Destino o Fortuna. De alguna manera ese es el centro de la mayoría de sus tragedias: En el universo la rueda comienza a girar y nada puede hacerse para cambiar su movimiento y dirección implacables. En ese primer giro, el universo queda descompensado de su anterior equilibrio: Se movilizan las emociones, comienza la tragedia que dará lugar a la sucesión de acontecimientos terribles que llevarán a un nuevo equilibrio.

Otra historia importante, dentro de los acontecimientos relatados en el Rey Lear, es la del conde de Gloucester. Este tiene dos hijos: Edmundo, bastardo y Edgardo, legítimo. Asistiremos a cómo Edmundo, viéndose privado de los privilegios del legítimo, hace lo posible por derrocarlo y hacer que su padre se vuelva contra él. Las escenas descritas son terribles.

Al final, tanto Lear como Gloucester, ambos por caminos distintos, se darán cuenta que aquellos que los adularon, y por tanto engañaron, buscaban tan sólo su propio beneficio y aprovechamiento para luego traicionarlos y abandonarlos. Lear quedará medio loco enmedio de una tormenta y al conde de Gloucester le sacarán los dos ojos en una escena absolutamente escalofriante. Ambos tienen sus castigos divinos por no haber sido capaz de discernir el amor verdadero por la oscuridad de su sombra.

Pero ambos, tendrán verdaderos aliados, aliados que los quieren y aman de verdad. Es por eso que Kent y Cordelia acudirán en ayuda de Lear; y Edgardo llega a ser lazarillo disfrazado de su propio padre. Se convierten así en los movilizadores del equilibrio y agentes de la venganza celestial que hacen que la rueda gire hasta dar una vuelta completa y cerrar el círculo, lográndose así el equilibrio.

Cuando uno descubre así a Shakespeare, uno no pude concebir cómo ha podido vivir todo éste tiempo sin haber leído sus obras: repletas de una poesía delicada y sublime, reflexiones inmensas y eternas que suponen auténticos mazazos hoy en día, y una moralidad que transcribe un pensamiento acaso pesimista y triste sobre la realidad humana.

Otras entradas anteriores para Shakespeare:
Macbeth

viernes, 4 de enero de 2008

Macbeth; de William Shakespeare

Shakespeare: Sólo citar su nombre ya hace retumbar ecos interiores. Mucho se ha hablado y dicho sobre el reconocido como más importante escritor en lengua inglesa. A nosotros, según se cuenta, tan solo nos llegó la mitad de su producción dramática, y eso gracias a que dos integrantes de su compañía de teatro publicaron póstumamente el In-Folio o First Folio (1623) que contenía parte de su obra dividida en Historias, Comedias y Tragedias. De entre las Tragedias más aclamadas encontramos Hamlet (1601), Otelo (1603-1604), El rey Lear (1605-1606) y Macbeth (1606).

Esta vez era la primera que me acercaba a Shakespeare de manera seria. Antes ya había leído alguna de sus comedias en inglés (en ediciones bastante amputadas y digeribles) como "Mucho ruido y pocas nueces" o "La fierecilla domada". Pero nada que ver, este re-rescubrimiento ha sido fantástico. Siempre que oía el nombre de Macbeth pensaba en una mujer. Y mira tú por donde Macbeth había sido rey de Escocia. Ésta tragedia representa, de manera libre, la historia de cómo Macbeth llega a ser rey allá por el siglo XI, y en sí profundiza sobre la ambición desmedida del ser humano y la omnipotencia del Destino (la Fortuna) para crear su vereda inexpugnable sobre la vida: Nada puede hacerse para cambiar sus designios. Prácticamente todos los personajes contienen en sí el germen de la codicia: Macbeth, general y primo del rey, es alentado por la profecía de tres brujas a ser el nuevo rey de Escocia; Lady Macbeth instiga cruelmente a Macbeth, cuando éste duda, para que cometa el asesinato del rey. En la obra hay escenas impresionantes, que demuestran un conocimiento portentoso de la conducta y mente humana: Además del chantaje emocional que hace Lady Macbeth a su marido:

"¿Tienes miedo de ser el mismo en ánimo y en obras que en deseos?"

la presencia sobrenatural de brujas, apariciones, espectros, le sirve a Shakespeare para que el miedo (creado por la culpa o la posibilidad de perder lo que ha sido cobrado vilmente) se haga paso por entre la cordura de Macbeth: E intente así liberarse de sus posibles enemigos asesinándolos antes; y en Lady Macbeth: Impagable la escena en que, dormida y sonámbula, hace como si se limpiara las manos de sangre, reconociendo así de modo inconsciente su culpa en el asesinato del rey.

Otra de las escenas terribles e implacables es esa en la que Macduff, avisado del asesinato de su mujer e hijos por parte de Macbeth, grita: "¡Él no tiene hijos...!" En referencia a que Macduff no podría vengarse con la misma fuerza.

Una delicia.