martes, 21 de octubre de 2008

Ventiladores Clyde; de Seth


Gregory Gallant, ese ser autodenominado como Seth, de gafas redondas y sombrero, cuyo porte a veces recuerda a Pessoa, nació en Ontario (Canadá), y se trasladaría a Toronto para cursar Bellas Artes, donde desarrollaría un estilo gráfico muy personal. Ha diseñado portadas para discos, participado en numerosas publicaciones The Washington Post, New Yorker, Spin, New York Times... además de diseñar compilaciones (por ejemplo "The complete Penauts"). Seth publicó sus dos primeras obras más ambiciosas en la revista Palookaville, con la que colabora desde 1991: La vida es buena si no flaqueas (It's A Good Life If You Don't Weaken) publicada como novela gráfica en 1996; y Ventiladores Clyde (Clyde Fans) publicada de 1997 hasta 2002. La última obra de Seth, por ahora, es George Sprott publicada entre 2006 y 2007.


Seth ha dicho de sí mismo: "Se me conoce como el dibujante de la nostalgia". Y no es algo que sorprenda mucho tras leer una de sus obras. Yo añadiría: melancolía, tristeza, soledad y abatimiento, tras degustar Ventiladores Clyde. De hecho, la obra comienza con una sucesión lenta y paulatina de imágenes que nos muestra el amanecer y despertar de uno de sus protagonistas. La secuenciación de viñetas y transcurrir del tiempo es algo sumamente palpable en la obra de Seth. Somos conscientes del silencio entre viñeta y viñeta, de tal modo que el tiempo se convierte en uno de los principales pilares de éste comic.

Ventiladores Clyde cuenta la historia de dos hermanos y está dividida en dos partes. La primera nos muestra un día cualquiera de Abraham Matchcard en 1997. Y en la segunda asistimos a las tremendas dificultades de su hermano, Simon Matchcard, como vendedor de ventiladores en 1957. Los Matchcard asumieron la empresa familiar de diferente manera, Abraham, seguro de sí mismo, refiere a modo de monólogo su vida pasada como algo nostálgico, todos sus recuerdos están relacionados con su trabajo en Ventiladores Clyde, pero a su vez observamos su soledad (la ciudad, el hogar y todas las habitaciones están vacías de vida). El escenario se convierte así en el espejo en el que parece no verse. Por contra, en 1957, asistimos al deambular de Simon, un muchacho introvertido, tímido, que se ve en la tesitura de verse convertido en vendedor de Ventiladores Clyde, que es algo que le es absolutamente ajeno. Simon no es un vendedor agresivo, convincente, seguro de sí mismo. No. Simon es un ser sensible, emotivo, que se emociona con pequeñas cosas. Le gusta escuchar hablar a la gente en las cafeterías, observar postales inauditas, leer...

Es sumamente melancólico observar las dos caras de la moneda através del tiempo. El hermano orgulloso, condescendiente hacia su hermano pequeño. Y el hermano reprimido, viendo a su hermano mayor como amenaza. Esta disección familiar, crea en el lector una tristeza dificil de explicar. La nostalgia de Abraham hacia su pasado, un pasado lleno de alegría y buenos momentos para él, contrasta con un presente absolutamente vacío. Y la pena que sentimos por Simon, ese muchacho incapaz de adaptarse a la empresa familiar ni a los que le rodean, contrasta con lo que sabemos de él: que no logrará realizar su pequeño sueño de escribir un libro, que siempre sería un malogrado tristón.

Un comic terrible. De los que dejan una huella profunda de tristeza tras su lectura. Con la sensación de haber asistido al progresivo amarilleamiento de dos vidas a través del tiempo.

Muy muy recomendable.

domingo, 12 de octubre de 2008

El corazón de las tinieblas; de Joseph Conrad


Aunque adoptara el inglés como lengua para escribir sus historias, Joseph Conrad en realidad, nació en lo que hoy sería Ucrania y se educó en Polonia. Desde los 17 años vivió como marinero y corrió numerosas aventuras alrededor del mundo que, posteriormente, ya nacionalizado como británico, le inspirarían algunas de sus obras más conocidas: El negro del Narciso (1897), El corazón de las tinieblas (1899), Lord Jim (1900), Nostromo (1904) o El agente secreto (1909).

El corazón de las tinieblas es un relato corto levemente autobiográfico, que relata los pormenores vividos por el marinero Marlow através del río Congo en busca del misterioso Kurtz. Mediante los ojos de Marlow, personaje que aparecería en varias novelas del autor, Conrad denuncia el colonialismo, y reflexionaría sobre el contacto con el ser primitivo y salvaje, con ese corazón de la oscuridad: una selva parecida a un monstruo desencadenado que mira directamente al hombre.

Éramos vagabundos en tierra prehistórica, en una tierra que tenía el aspecto de un planeta desconocido.

El hombre prehistórico nos estaba maldiciendo, suplicando, dándonos la bienvenida ¿Cómo saberlo? Estábamos aislados de la comprensión de todo aquello que nos rodeaba, pasábamos deslizándonos como fantasmas, asombrados y secretamente aterrados, como lo estarían los hombres cuerdos ante un brote de entusiasmo en un manicomio. No podíamos comprender porque estábamos demasiado lejos, y no podíamos recordar porque estábamos viajando en la noche de los primeros tiempos, de aquellos tiempos que se han ido, dejando apenas una señal y ningún recuerdo.
El contacto con esa naturaleza humana primigenia causa vértigo en Marlow, y en nosotros, los lectores, que asistimos medio alucinados a su descubrimiento: lo siniestro. Lo que una vez fué conocido y el tiempo ha hecho olvidar, vuelve a aparecer ante nuestros ojos, causando miedo y terror. Este autoconocimiento, esta mirada al espejo interior del alma humana, ese "horror" desviste de sentido y equilibrio a ese hombre moderno que se enfrenta a sí mismo, en la realidad terrible pero fascinada de su soledad.

La búsqueda, ciertamente simbólica, de ese ser llamado Kurtz, se convierte para Marlow en la búsqueda realizada por un hombre moderno, un hombre que cree poseer el sentido y el equilibrio, del primer hombre: el hombre sumido en la selva, en la complejidad de un magma lascivo y salvaje, el animal genético que se asoma apartando hábitos y superficies.

Mención, como no, a Francis Ford Coppola y a su magnífica reinterpretación de este texto en su película Apocalypse Now, adaptando las líneas interiores del relato a la guerra de Vietnam. La misma selva africana se reproduce en Asia, y el colonialismo británico sirve como molde para mirar el imperialismo americano.

domingo, 5 de octubre de 2008

Krazy Kat; de George Herriman (1925-1926)


Aún recuerdo cuando, hará un año o más, me pasé a visitar al querido Llosef a su lejana y coconina región de Cáceres Couty. Allí, en su palaciego hogar, entre sus lúbricas estanterías, reposaban dormidas las más brillantes obras de la creativa sabiduría universal. Entre ellas, el amigo Llosef, el más refinado sibarita entre los epicúreos, me mostró un álbum de Krazy Kat. Yo no pude entenderlo. Quiero decir: no comprendí aquel exquisito amor que supuraban sus palabras por aquella obra. Pero, como siempre, destino en un rincón privilegiado de mi memoria sus sabios verbos. Y así, tiempo después, me acerqué sigilosamente a Krazy Kat, y... comprendí. Comprendí del todo sus palabras. Gracias, gracias amigo Llosef.

Desde 1913 hasta su muerte en 1944, George Herriman publicó la tira cómica dominical de Krazy Kat para la agencia de prensa americana King Features Syndicate, la misma agencia que publicaría en los periódicos de Estados Unidos obras capitales del cómic, tales como El príncipe Valiente, Popeye, Flash Gordon, El gato Félix o Betty Boop. Es decir: El nacimiento del comic.

Krazy Kat es, junto con Little Nemo de Winsor McCay, una de las primeras obras clásicas dentro de la historia del comic. El humor absurdo y surrealista de Herriman, pero a la vez totalmente embriagado de un sentido poético y sugerente, fascinan desde el primer momento. Estos últimos días he estado degustando las tiras comprendidas entre 1925 y 1926 antes de irme a dormir. Toda una gozada, como un pequeño dulce antes de dar por finalizado otro jodido día de arduo trabajo.

La primera aparición de Krazy e Ignatz, que es casi como una leyenda contada a los nietos, fué en los márgenes inferiores de otra de las tiras de Herriman: The Family Upstairs (La familia de arriba). En ese pequeño espacio comenzaron sus surrealistas aventuras en 1910, mucho antes de tener su propia tira cómica, lo cual no sucedería hasta 1913. Desde entonces Krazy Kat se publicaría ininterrumpidamente hasta 1944.
Las historias, de una sola página en blanco y negro (aunque a partir de 1935 serían ya a color), nos dibujan un universo de animales emplazados en la zona desértica de Coconino Couty (Arizona). Los personajes principales son el gato Krazy, el ratón Ignatz y el agente de policía Cachorro. En realidad, la práctica totalidad de las tiras tienen el mismo argumento: El ratón Ignatz intenta por todos los medios tirarle un ladrillo a la cabeza al gato Krazy, y éste, cuando lo recibe, interpreta éste gesto como una muestra de amor del ratón. Cada vez que el agente Cachorro pilla a Ignatz cometiendo el delito ladrillil sobre Krazy, lo mete en la cárcel. Todo se sustenta en esta extraña relación tripartita: Krazy está locamente enamorado de Ignatz, Ignatz odia a Krazy, y el agente Cachorro ama a Krazy y odia a Ignatz.
Una de las cuestiones más rocambolescas de la historia es la supuesta homosexualidad de Krazy. Aunque Herriman siempre le restó importancia a este hecho, explicando que "Krazy es como un espíritu, como un elfo, que no tiene sexo. De modo que no puede ser masculino o femenino. Es un espíritu (un duende) capaz de deslizarse en el interior de todo".

Además de los tres principales, aparecen otros personajes secundarios, a cual más delirante: Abejorro Vagabundo, La señora Cuac Ua, Pato de Pekín, los primos de Krazy, El profesor Guau Wau Oau...

Actualmente la editorial Fantagraphics está recuperando (en inglés) la totalidad de la obra de Krazy & Ignatz. Y hasta la fecha se han publicado en castellano seis números en total, abarcando desde 1925 hasta 1936. Toda una labor Humanitaria. A destacar el precioso diseño de estos álbumes: Auténticas joyas, delicatesens comiquiles.

De lectura y posesión obligatoria.

Lovecraft; de H. Rodionoff y E. Breccia

Si alguna vez un niño encontrase en las viejas estanterías de su padre un pesado volumen de un tal Abdul Al-Azred... tal vez estaríamos ante una obra de H.P. Lovecraft o... tal vez ante la misma historia de Lovecraft.

Hans Rodionoff es guionista cinematográfico. Hasta la fecha sus películas se han caracterizado por no superar el 5 sobre 10 en la lista de imdb. Participa, sobretodo, en películas de terror americanas de serie b. Entre sus últimos engendros: Hollow (2004), Skulls II (2005) o Jóvenes ocultos II los vampiros del surf (2008). Enrique Breccia es otro cantar: Hijo del gran Alberto Breccia, comenzó su andadura ayudando a su padre en comics tales como El Eternauta, Mort Cinder o La vida del Che. Su padre le inculcó todo su amor por el arte y se dedicó a la pintura, pero volvería al comic con obras como "Alvar Mayor" o "El peregrino de las estrellas". Desde 2000 comenzaría su andadura en la industria americana, colaborando con las grandes Marvel y DC. Para ésta última tendría libertad absoluta para ilustrar "Lovecraft" (2004).

En éste comic se juega con lo mismo con lo que jugó Lovecraft hasta la extenuación en sus relatos: esa ambivalencia entre lo real e imaginario, en ese límite borroso entre lo verdadero y lo falso. Guiños y más guiños al más grande icono del relato del terror de todos los tiempos.

Tomando en consideración las líneas generales de la biografía de H.P. Lovecraft, se nos dibuja una fantástica historia de locura y monstruos primigenios. Se parte del extraño nacimiento del pequeño genio, y poco a poco, vamos asistiendo a la creciente locura del autor: Un padre ausente, una madre histérica y sobreprotectora, una mujer que, ante todo, lo ama... y ese otro lado oscuro al que se accede a través del Necronomicón, ese lado oculto donde las más terribles pesadillas, los monstruos del inconsciente, han de hacerse del todo reales.

A parte de guiños, que son constantes hacia el conocedor de la obra y vida de Lovecraft, lo que más llama la atención de éste comic es su tratamiento gráfico, obra de Breccia: La plasticidad del óleo, la acuarela, la pintura acrílica, la plumilla... lo cual da verosimilitud a una historia de terror que confunde realidad con pesadilla, sumiéndonos en un magma en el que es dificil anclarnos. Ya solo por ello merece la pena ser leído. Pero poco más. De hecho me parece en el fondo una historia poco excitante, incluso aburrida. Se sirve del mito que supone un autor de culto como el de Providence, para darle a la historia un aura de misticismo, y ni con ello consigue alentar ni crear suficiente empatía hacia un amante de la obra original, es decir: servidor.

En fín un comic prescindible para mi humilde gusto.