Los tintes épicos que en un primer momento adoptan las formas del comic de Ombligo sin fondo son puramente físicos: Más de setecientas páginas engañan a la vista en un primer momento; y estéticos: Su forma puede parecerse mucho al de un enorme ladrillo. Pero su lectura es liviana, las páginas van convirtiéndose en pseudocacahuetes adictivos que uno va comiéndose uno tras otro.
El lenguaje experimental de Shaw, fresco y ligero, que va desde el uso de onomatopeyas de apoyo a la imagen, el minimalismo extremo pero práctico de los dibujos, o un desarrollo secuencial rápido de imágenes cotidianas que remiten en muchas ocasiones a sensaciones; dota a Ombligo sin fondo de una individualidad que muchos autores querrían para con sus obras. La historia es sencilla: Los padres de una familia, ya en su vejez, anuncian que se van a separar a sus hijos. Mediante el relato desgranado de sus tres hijos, vamos asistiendo a todas las fases de una relación de pareja, pero desde los diferentes puntos de vista de cada uno de los hijos: El enamoramiento, la crisis, la separación, las dudas, el dolor, la inseguridad, el cariño, el miedo... El grado de detalle y particularidad que logra darle Shaw a la historia, su sencillez, hace de Ombligo sin fondo algo muy especial, unido a su específico y emotivo idioma-comic. Parece mentira que en setecientas veinte páginas pasen tan poquitas cosas, pero el núcleo de Ombligo sin fondo es algo más sugerido que dicho. Es un comic que se experimenta y que te hace sentir pequeño, una especie de redescubrir la vida, las pequeñas cosas, através de sensaciones sutiles como tocar la arena, experimentar el agua... y que pasa por diversos arcos perfectamente reconocibles: la niñez, la adolescencia, la madurez y la vejez.
Muy recomendable.
1 comentario:
Jo, qué ganas de leerlo... ¡Buen comentario!
Publicar un comentario