jueves, 10 de septiembre de 2009

El sobrino de Wittgenstein; de Thomas Bernhard (1982)

Segunda novela que leo de éste autor, y nuevamente embelesado por el espíritu de la destrucción. Un Siva terrible para con los sentimientos o tal vez un superviviente capaz de hablarnos de su experiencia. Bernhard escribió numerosas novelas y obras de teatro, las novelas tenían un fuerte carácter autobiográfico. Es especialmente celebrada su serie de escritos autobiográficos, que por cierto han sido recientemente reeditados en un solo volúmen por Anagrama (Relatos autobiográficos, 2009).

Si en "El malogrado" (1983) Bernhard exploraba sus años de estudio en el Mozarteum de Salzburgo, en "El sobrino..." nos relata sus reflexiones acerca de su amigo Paul Wittgenstein (sobrino del afamado filósofo Ludwig Wittgenstein). Paul estaba loco, pero fué uno de los mejores amigos de Bernhard en los últimos años de su vida. A través de la disección de ésta amistad el autor nos expone su propia concepción de amistad, su concepción de la enfermedad, de la pasión por la vida. A modo de monólogo, Bernhard señala a su amigo como un verdadero amigo: alguien que te habla con sinceridad y alguien con quien poder compartir un aspecto importante de nosotros mismos. Además se sitúa a su altura: Ambos están enfermos, amigo y autor, uno de locura y el otro del pulmón. Si Paul está loco no es porque no tenga grandes y lúcidas ideas, es porque no expone su filosofía por escrito, no la organiza, no la expulsa de su cuerpo. Su pasión queda encerrada en la cabeza y termina por atacarle por dentro.

En cierto modo, mediante la visión y dibujo del personaje de Paul, Bernhard se sincera, se duele. De alguna manera este pequeño librito es una especie de deuda hacia el sobrino de Wittgenstein: Una confesión. Un arrepentimiento en relación a la amistad que tuvo. Una daga clavada en el alma. Toda una declaración en relación a la salud: La salud mental requiere encontrar vías útiles donde expurgar las cosas que nos duelen. Este libro parece eso: La vía que usó el propio Bernhard: lo puso en palabras.

Por otro lado Bernhard tiene un modo único de arrastrar al lector. Su estilo es férreo y pesado, largas parrafadas se van hilando con frases repetitivas, vueltas y vueltas a una misma idea pero exponiéndola de diversas formas y puntos de vista... lejos de aburrir, como cabría suponer, el texto nos sume en una especie de experiencia alucinatoria y mística, y de ella nos quedan brutales reflexiones sobre la vida. Yo ya lo he adoptado como uno de mis autores fetiches.

Otras reseñas anteriores sobre Bernhard.

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