viernes, 8 de febrero de 2008

Venus en las tinieblas; Antonio José Navarro (Ed.)

Hubo una vez un lector que cogió de una polvorienta estantería de una innombrable biblioteca un volumen negro. Su título era igual de oscuro. Cada noche, aquel estúpido díscolo, leía aquellos pasajes terribles, descifrando ignotas frases, con la ayuda de una vela de sebo que palpitaba con un corazón de fuego anaranjado.

He aquí las notas que fué dejando en su diario hasta su misteriosa desaparición.

29/Oct/2007

Hoy he traído conmigo éste extraño libro de pelaje oscuro. Se trata de una antología de cuentos de terror escritos sólo por mujeres. Entre sus páginas he hallado veinte relatos. Casi quinientas páginas de gozos y sombras.

- El espectro o las ruinas del priorato Belfont, de Sarah Wilkinson.
- La joven invisible, de Mary W. Shelley.
- Napoleón y el espectro, de C. Brontë.
- Poseídos por demonios, de Catherine Crowe.
- La última casa en la calle C..., de Dinah Mulock.
- La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad; de Rhoda Broughton.
- El empapelado amarillo, de Charlotte Perkins Gilman.
- El fantasma de Kentucky, de Elizabeth Stuart Phelps.
- ¿Realidad o ilusión?, de Ellen Price Wood.
- La puerta abierta, de Charlotte Elizabeth Riddell.
- La mujer lobo, de Clemence Housman.
- El organista fantasma de Hurly Burly, de Rosa Mulholland.
- El escudo luminoso, de Helena Pretovna Blavatsky.
- La muerte y la mujer, de Gertrude Atherton.
- La estrategia del hombre lobo perro, de Willa Carther.
- Marsias en Flandes, de Vernon Lee.
- Los ojos, de Edith Wharton.
- La satanista, de Mrs. Hugh Fraser.
- La mujer del purgatorio, de Marie Belloc Lowndes.
- La casa encantada, de Edith Nesbit.

Personalmente echo de menos una introducción mucho más voluminosa y turgente. Aunque las notas introductorias a cada una de las autoras redime un poco esa sensación.
La portada del libro, con la belle rosini de Wiertz, ya nos introduce de lleno en el simbolismo gótico: una mujer y un esqueleto aparecen enfrentados, sosteniéndose la "mirada".

4/Nov./2007

Ya he leído los seis primeros relatos de la antología. Y la primera impresión es agridulce.

Los dos primeros, tanto el de Sarah Wilkinson como el de la Shelley, caen de lleno en el romanticismo. El terror es sólo la pequeña excusa para desenterrar las ignotas y recónditas revelaciones de oscuros pasados que albergan aquellas empolvadas ruinas abandonadas. A pesar del corte gótico de las dos historias, no me convencieron. Sigo pensando que la madre de Frankenstein no supo manejarse tan bien en los relatos como en las novelas. Y las dos historias se van desdibujando en mi memoria rápidamente, lo cual no resulta muy buena señal.

El de la Brönte, un cuento de dos páginas, me resultó poca cosa. Muestra a un Napoleón pusilánime, perdido en ensoñaciones. Fué más interesante leer la introducción al relato, la verdad.

Algo distinto fué leer "Poseídos por demonios", que resulta ser el fragmento de un tratado denominado "Nightside of nature", donde la autora hace un pormenorizado análisis veraz (o al menos eso pensaba ella) sobre hechos sobrenaturales. Resulta cuanto menos curioso leerlo.

Los dos siguientes, el relato de Dinah Mulock y el de Rhoda Broughton (que es la mismísima sobrina de Le Fanu), caen de lleno en la denominada Ghost Story, y poco tienen que envidiar a M.R. James o Le Fanu. Dos historias maravillosas, fantásticas, que me han hecho disfrutar grandemente de mi tarde del domingo, bien cómodo en mi sillón.

11/Nov./2007

Tras haber leído nueve de los relatos incluídos, pienso que en general la selección es de un nivel bastante bueno, pero, aún así, me brota una triste pregunta: ¿Por qué no hay relatos de terror escritos por mujeres en lengua que no sea inglesa? Me parece un sesgo importante. Una falta grave. Ni siquiera podría considerarse a Madame Blavatsky, la famosa teósofa (de origen ucraniano) pues ésta escribió también en inglés.

De los tres relatos que he leído estos días, dos, "El empapelado amarillo" y "El fantasma de Kentucky", son canela fina. El tercero, "¿Ilusión o realidad?", no me ha llamado mucho la atención.

"El empapelado amarillo" es un cuento de carácter autobiográfico, lo cual hace la lectura aún más escalofriante. Es por eso que éste debe ser contextualizado dentro de la historia personal de la autora para entender su importancia. Ya apareció en aquella fantástica antología de Pilar Pedraza titulada "Fantástico interior". Y en él asistimos a la proyección obsesiva de la autora derivada del claustrofóbico confinamiento a la que fué sometida por parte de su marido. Terrible, terrible de verdad. El gastado y roto empapelado amarillo de la habitación, en la que el marido le insta a "descansar", se convierte de esa manera en un metafórico papiro en el que la protagonista/autora va describiendo indirectamente los detalles de esa terrible cárcel en la que está encerrada. Así, los dibujos verticales del empapelado van pareciéndose a unos barrotes, y la mancha oscura de la pared a su propia imagen. El sentimiento de desasosiego que se desprende de su lectura llega al culmen al final, cuando la autora... Bueno, alguien aquí me susurra terribles palabras para que no continúe hablando.
El relato, de esta manera, se convierte en una enorme metáfora, cruel documento, sobre la mujer y su dificil deambular por la historia de la humanidad.

"El fantasma de Kentucky" de E. S. Phelps es un relato que, por méritos propios, habría encajado perfectamente en aquella estupenda antología de Nebreda que se llamaba "Mares tenebrosos". De alguna manera me recuerda a aquellas melancólicas historias de Richard Middleton, tal vez por ese poso triste que deja la lectura. Recrea la dura vida encima del navío Madonna, con sus supersticiones (fantástica la cita al baúl de Davey Jones), los cantos marineros, los juramentos de voz en grito y, cómo no, con su viles y encabronados capitanes. Aunque hay fantasma y terribles pasajes (ese mantra de "¡No subas! ¡No subas"), lo más terrible del relato, a mi modo de ver, es el drama de esa madre esperando cada día en el puerto ver regresar a su hijo. Muy triste.

Del tercero... la verdad es que no me apetece ni hablar. Para mi gusto es de esos cuentos que se olvidan rápido. Un poco mediocre.

12/Dic./2007

Desde la última vez que escribí por aquí sólo he leído dos cuentos más: La puerta abierta y La mujer-Lobo. Son cosas que ocurren, porque entre "Venus en las tinieblas" y "Meridiano de sangre" de Cormac McCarthy, pues uno elige leer "Meridiano de sangre".

El primero me pareció bastante mediocre. "La puerta abierta" (se nos viene a la cabeza Margaret Oliphant) empieza realmente bien, pero hacia la mitad se desinfla de una manera asombrosa.

Cosa distinta ha sido "La mujer-lobo", que terminé de leer ayer entre las alucinaciones de esta agónica gripe que llevo encima desde el domingo.
"La mujer-lobo" es un cuento que, desde que lo empiezas, ya sabes que tiene un gusto a clásico. La introducción es fantástica, desde los ojos de un niño que juega en una granja se nos van describiendo los quehaceres diarios en las regiones escandinavas. No es una narración de terror, al menos yo la veo más como una historia simbólica. En la historia encontramos tres vértices, que pueden representar el equilibrio del némesis: En un extremo encontramos a Sweyn, líder, de gran belleza y fuerza física, encaramado a cierta vanidad. En otro extremo encontramos a Christian, bueno, algo sumiso a su hermano gemelo Sweyn, y no tan perfecto en rasgos físicos. Entre los dos se encuentra el monstruo: La mujer-lobo. En la historia, la figura de la mujer-lobo, representa nítidamente el pecado. De forma significativa la autora nos hace notar al final de la historia que Christian (que nos lleva a pensar en Christ, o Cristo) representa al crucificado, el que se sacrifica por y para la salvación del otro.

15/Dic./2007

He leído dos más. "El organista fantasma de Hurly Burly"de Rosa Mulholland y "El escudo luminoso" de Madame Blavatsky, son dos cuentos que no pasarán a mi historia particular de recuerdos. Ya ando olvidándolos, mientras meriendo magdalenas, y juego a creer que las ahogo en un lago de preciosísimo colacao.

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