
El Gran Gatsby (1925) se impregna de ese ánimo, y nos sitúa precisamente en esa calma chicha que precede a las terribles tormentas. Fitzgerald supo ver entre el falso brillo de aquel espendor: Las grandes fiestas, la ostentación, la juerga, el jazz, las lángidas mujeres echadas en sillones, las enormes mansiones de los aristócratas... un símbolo: Gatsby. Porque Gatsby resulta al final el símbolo del materialismo, no un personaje. El narrador lo presenta así: "Gatsby representaba todo aquello que desprecio sinceramente".
Fitzgerald diseccionó y plasmó esta sociedad neoyorkina en el choque de clases: Los nuevos ricos y los viejos ricos. Y les dió hasta situación ficticia: West Egg y el East Egg. Simbólicamente representa esta relación entre clases con el imposible amor entre Gatsby y Daisy. Y también el choque de clases alta y baja: Con el también imposible amor entre Tom y Myrtle Wilson.
En la novela existen momentos deslumbrantes, como en el capítulo VII, donde asistimos a la silenciosa lucha de poderes de Gatsby y Tom, una lucha cuya tensión va subiendo poco a poco hasta, finalmente, explotar. Aún así, lo más llamativo e interesante de leer El Gran Gatsby en ésta época, es ver cómo el hombre es capaz, de nuevo, de tropezar en la misma piedra. Hago una comparación, casi ineludible, entre el crack del 29 y la "crisis" actual, consecuencia las dos del derroche y acaparación de unos pocos, casi siempre los mismos.
1 comentario:
Una desesperada obra maestra. A mí me gusta aún más "Suave es la noche", pero Gatsby es excelente.
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