lunes, 13 de abril de 2009

Tres sombras; de Cyril Pedrosa

Cyril Pedrosa trabajó como animador para Disney entre 1996 y 1998. Posteriormente y ya como dibujante, crearía, junto a David Chauvel, Ring Circus y Shaolin Mussaka. Y como guionista y dibujante ha creado Los corazones solitarios (2006) y este reciente Tres sombras (2007), nominado como esencial en el salón de Angouleme 2008.

La primera impresión que uno tiene viendo las ilustraciones de éste comic, es la maravilla absoluta, la admiración, por alguien dotado de un don verdadero para el dibujo. Con un estilo mezcla de poderosa soltura, sencillez y limpieza en el trazo, la belleza de proporciones e innovadoras perspectivas de los personajes, así como un atractivo y suave diseño de paisajes, dan a la historia un aliciente que, de hecho, ya de por sí tiene la propia historia que presenta Pedrosa. La vida familiar sencilla y alegre de unos padres y su hijo de corta edad, se ve alterada por la aparición misteriosa de tres extrañas y vaporosas figuras montadas a caballo, que observan en silencio, desde la lejanía, a la familia y más especialmente a Joachim, el niño. Tras descubrir que las sombras buscan al niño para llevárselo, el padre lo carga consigo y se embarca en una huida desesperada. Pero el cómic no habla de huida, sino de aceptación de lo inevitable, de resignación ante la muerte. Su metáfora nos habla de la lucha para consigomismo de un padre, cuya cegera le impide aceptar lo que tarde o temprano terminará ocurriendo, contra el designio del destino. Y, ciertamente, resulta memorable y conmovedor asistir a esta pugna, a este aprendizaje doloroso. Algunas de sus escenas son de un voltaje emocional altísimo, y es en esos momentos cuando el dibujo se hace más oscuro y perturbador, llenándose las imágenes de sombras y de un sentido onírico.

El mundo que construye Pedrosa, un mundo antiguo, donde aún existe la magia y la fantasía y la aventura forma parte del constructo vital de la naturaleza, nos lleva a pensar en un cuento alegórico, como los de antes, te hace pensar en los clásicos europeos: Hans Christian Andersen, en los hermanos Grimm... Quedando la metáfora flotando tras su lectura. Una metáfora agridulce, dura, pero necesaria.

Sólo decir que Cyril Pedrosa escribió ésta historia tras la muerte del hijo de unos amigos cercanos, lo cual da aún mayor relevancia al dolor expresado a lo largo de sus páginas, hechas con verdadero cariño.

Todo un placer y absolutamente recomendable.

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