sábado, 5 de diciembre de 2009

El viaje; de Edmond Baudoin (1996)


Ya me había cruzado antes con Baudoin, éste dibujante francés de un estilo que combina la rapidez y las gruesas pinceladas. En sus dibujos está implícita la acción, el movimiento. Tal vez por eso ya me había llamado la atención. Había visto su estilo en aquel Los cuatro ríos (2000), que dibujó con el guión de Fred Vargas, y me atrajo su estilo y colorido en la recién publicada Arlerí (2008). Aún así aún no había leído nada del autor.

La historia de El viaje relata la ruptura del protagonista con la vida que había llevado hasta ese momento. De alguna manera Simón descubre que, ni está donde quiere estar, ni hace lo que quiere hacer. Así que escapa y comienza ese viaje. Sobre la superficie vivimos el viaje en sí de Simón, donde conoce a numerosos personajes que le van mostrando esa parte de sí mismo que se niega a aceptar, o bien que le cuesta ver. Pero bajo esa primera capa existe otra que muestra al autor. Baudoin vivió algo parecido a la historia de Simón: Lo dejó todo para hacer lo que quería realmente hacer: Dibujar. Así, somos espectadores, no sólo de su viaje exterior, sino también de su vivencia interior: Vemos representados sus miedos y deseos como si fueran extremidades de su propia cabeza. El viaje sólo tiene un destino: Los sueños, lo realmente deseado. Su propia vida.

Hasta aquí puede parecer una buena historia. Y no negaré que el comic tiene buenos momentos y buenas ideas. Pero el sabor que quedó al final, tras la digestión, es un regusto a edulcorante artificial. Por si fuera poco terminé odiando profundamente al protagonista, el cual me pareció un tontuelo a las primeras de cambio. La historia tiene tantos elementos azucarados que llegó el momento en el que comencé a pensar en estrellitas de colores, en el buen rollito y en que la vida es maravillosísima y estupenda. No hay cosa que me reviente más (bueno, seguramente habrá más cosas, jejeje...) que me intenten hacer pensar y sentir precisamente eso. A mi modo de ver al autor le falta una pizca de mala hostia. La historia lo pide, pide un buen puñetazo en el estómago, pide vómito y escupitajo, pide excrecencias y rugosidades.

Eso sí, su dibujo, aquello por lo que me atrajo, me parece precioso. Con cierta influencia del estilo de Matisse para captar figuras. Otro cantar es la historia...

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