"Hermana del sueño" (1992) fué la ópera prima de Robert Schneider, autor austríaco, que ha estado quizá más emparentado al mundo del teatro.
El libro comienza diciendo lo siguiente: "Quien ama no duerme" (...) "porque en el sueño se estaba muerto, o al menos no se vivía realmente. No era casualidad que un viejo proverbio comparase el Sueño y la Muerte con dos hermanos ¿Cómo podía pretender un hombre de corazón limpio, que amaba a su mujer toda la vida si lo hacía solo de día y, además, quizá sólo el tiempo de un pensamiento?". Este lugar de partida, en el que ya queda reflejada la peculiar y extrema filosofía del protagonista, nos sugiere directamente a Hypnos y Thanatos, Sueño y Muerte, hermanos gemelos en la mitología griega.
Quedan así presentados dos de los cuatro conceptos satélite que giran alrededor de ésta novela; los cuales serían: la música, el amor, el sueño y la muerte. Tal vez incluso por éste orden. La música para Johannnes Elias Alder, protagonista de la historia, es lo que la fragancia era para Grenouille en "El perfume" de Süskind, un punto de contacto emocional, o la comunicación de su soledad genial, con la humanidad. Desde muy pequeño, Elias, fruto de una relación indecente de una mujer con el cura del pueblo, descubre el poder musical de la naturaleza. Una sensibilidad musical prácticamente metafísica, con la que Elias puede comunicarse con la armonía del universo. A través de ello, de ésta comunicación, descubre el amor. El latido de un feto aún por nacer, el tierno ritmo de Elsbeth, le emociona de tal modo que aquel primer contacto se convierte en su único amor predestinado. Pero, no sé si por lo pecaminoso de su nacimiento, un gran sesgo le hará apartarse de la reducida sociedad de aquel pueblo retrógrado: sus ojos tienen un repulsivo color amarillo.
Esta sensibilidad de Elias recuerda mucho a la que expresa Emile Cioran, en su "El libro de las quimeras", como éxtasis musical. De hecho llegó a escribir: "La música y el amor no pueden vencer a la muerte porque, en su esencia, tienden a aproximarse a la muerte a medida que ganan en intensidad" Este pensamiento del rumano nos sitúa en la propia filosofía de Elias, que concibe ambas formas de sentir (la erótica y la musical) como centrales e inseparables de su propia vida, y por tanto considera un deber que ambas se presenten con una plenitud desmedida, casi utópica. Cioran expresa esta relación con la muerte en términos de un salto; el salto erótico nos arroja por lo insoportable de su plenitud, y el salto musical por lo total de sus vibraciones, que quiebran la resistencia de la individualidad.
Esta pequeña novela se convierte, en su estilo amable y cercano, en un relato interesante pero que no llega del todo a embriagar ni a emocionar. Eché en falta mayor mala leche de la que se vislumbra en algunos momentos, quedándose estos en pequeños esbozos de lo que "podría haber sido".
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