miércoles, 30 de julio de 2008

Como un guante de seda forjado en hierro; de Daniel Clowes

De nuevo, Knut me ha empujado a leer otro comic imprescindible (Gracias, Gracias, Gracias). Y si Burns me hacía pensar en Cronemberg, este Clowes me hace pensar de nuevo en otro director.

Daniel Clowes
, el creador de Ghost World, tiene un verdadero mundo propio. Influenciado por la estética norteamericana de los años cincuenta, la revista MAD, los comics de la EC o las películas de ciencia-ficción y de terror de serie B; Clowes ha sido capaz de tejer un estilo. Su primera obra larga fué "Como un guante de seda...".

"Como un guante de seda forjado en hierro" consta de diez capítulos, que fueron publicados en los diez primeros números de su autoeditada revista Eightball, entre 1989 y 1993. Como ocurre con otros creadores Daniel Clowes no puede ser catalogado con una sola de sus obras. Ghost World no es Daniel Clowes, ni viceversa. Es como si, y pongo un ejemplo muy ilustrativo, David Lynch fuese catalogado sólo por Straight Story sin haber visto Lost Highway. En ambas se reconoce a Lynch, aunque la primera tenga un corte más realista que la segunda, y aunque la segunda sea muchísimo más compleja y retorcida.

De la misma manera que Lynch, "Como un guante de seda..." contiene cierto sustrato de rareza y surrealismo onírico que no contendría después Ghost World. En este fascinante comic observamos anonadados la extraña búsqueda que emprende Clay, su protagonista, tras reconocer a la actriz de una película. Se suceden las escenas, aparentemente de modo incomprensible y absurdo, pero con sentido dentro de la trama. Así, nos sumergimos en una especie de pesadilla que mezcla el cine, los monigotes de la suerte, las tramas historico-políticas, los mensajes, las revoluciones mundiales y los engendros monstruosos. Algunas escenas son, sin duda, de lo más cachondo y espeluznante que he podido leer nunca en un comic. Por supuesto, prefiero esta libertad creativa, esta frondosa imaginación lisérgica, a la realidad pálida de Ghost World. Lo mismito que me ocurre con Lynch.

Absolutamente imprescindible.

Otras reseñas de Daniel Clowes:
- Ghost World

lunes, 21 de julio de 2008

Agujero negro; de Charles Burns

Charles Burns es ilustrador y dibujante de comics americano. Ha colaborado en la revista RAW de Art Spiegelman, y realizando dibujos para campañas publicitarias, o portadas de revistas y discos. Pero su trabajo más importante ha sido como creador de comics: además de historias cortas como El Borbah (1999), Big Baby (2000) y Deep Skin (2001), creó por entregas la que es su obra más conocida hasta la fecha: Agujero Negro, que publicó de 1993 a 2004, y que sería galardonada con el Harvey de novela gráfica al publicarse de manera integral.

El dibujo de Burns está basado en un meticuloso trazo de grandes contrastes en blanco y negro, y sus historias suelen ser raras y un poco espeluznantes: Porque, tal vez, su mirada da de lleno en el lado oscuro de la humanidad. No lo iba a ser menos en Agujero Negro, donde nos cuenta una extraña historia de terror sobre varios adolescentes que, tras ser contagiados por un bacilo, comienzan a presentar malformaciones físicas de distinta índole en cada uno: A unos le salen protuberancias, granos gigantescos, a otros cola, otros cambian de piel, e incluso a algunos le sale una boca adicional en la garganta. El bacilo es transmitido de unos a otros de manera muy similar a las enfermedades de transmisión sexual. Los infectados se refugian en un bosque cercano a la ciudad (el hoyo o agujero negro), escondiéndose de miradas y rumores. Todo en la historia parece apuntar hacia una gran alegoría de la adolescencia: El miedo al cambio y a lo desconocido, las dudas, el amor, la exclusión social, la iniciación al sexo, las drogas, y esa pulsión inevitable hacia la huída. El agujero negro, el título, parece ser contínua metáfora dentro de la historia: Puede ser ese hoyo en el que se esconden los mutados, puede ser la escisión en una rana, la herida en un pie, rara boca de una garganta, el sexo de una mujer, el sueño abriéndose paso sobre la realidad, el abrir una vereda en el bosque...

Se nota de manera especial la influencia de Cronemberg, con la presentación de esas malformaciones biológicas, que de alguna forma nos remueven algo por dentro, algo viejo y antiguo. Una especie de recuerdo enquistado y simiesco de la mutación ancestral. Muestra de interés y asco entremezclados.

Una lectura realmente inquietante. Muy recomendable.

sábado, 12 de julio de 2008

La cocina; de Arnold Wesker

Arnold Wesker pertenece a esa generación que se denominó jóvenes airados (angry young men), grupo de novelistas, dramaturgos y cineastas ingleses de la década de los cincuenta, al que también pertenecieron John Osborne, Kingsley Amis, John Braine y, en alguna ocasión, Harold Pinter. Ésta generación expresó la amargura e irritación de las clases bajas británicas de la postguerra, atacando con ello a la alta clase media, y mostrando así la hipocresía social en la que estos vivían.

La cocina (1957) es la obra más conocida de Wesker, aunque también es destacable su triología Sopa de Pollo y Cebada (1958), Raíces (1959), y Hablo de Jerusalen (1960); donde describe la evolución política de una familia judía. La cocina, se basa en las experiencias del propio Wesker como cocinero en un restaurante de París, para así dar del mundo una imagen más directa. El autor diría al respecto:
El mundo pudo haber sido un escenario para Shakespeare; para mí es una cocina: donde los hombres van y vienen y no pueden quedarse el tiempo suficiente para comprenderse, y donde las amistades, amores y enemistades se olvidan tan pronto como se realizan.
En éste mundo del que habló Wesker, un mundo que cabía dentro de una cocina, tenía la estructura básica de la sociedad: La presión a las clases trabajadoras y, por ende, la animadversión hacia aquellos que les explotaban. El frenético ritmo de producción en la hora punta del día, a la hora de la comida, es similar al rendimiento industrial, donde importa el número obtenido de producto y menos la calidad de éste. La obra nos describe un día dentro de una cocina, desde su apertura y encendido de fogones hasta las horas donde se sirven las cenas al final de la jornada. Al autor le interesaba más contar la verdad que la realidad. Lo importante para él es que hubiese alguien capaz de decir la verdad. En éste caso es Peter, el protagonista de la historia, un inmigrante alemán quien alza su voz en forma de acto de rebeldía. Un aviso que el mismo encargado es incapaz de comprender porque "Les doy trabajo, les pago bien ¿No? Comen lo que quieren, ¿No es cierto? No sé qué otra cosa puedo dar a un hombre: Trabaja, come y yo le doy dinero. La vida es eso ¿No? No he cometido ningún error ¿Verdad? Vivo en el mundo que debo vivir ¿No es cierto?".

miércoles, 9 de julio de 2008

Viejos tiempos; de Harold Pinter

Se suele decir que desde The room -La habitación- (1957) hasta Regreso al Hogar (1965) en Harold Pinter se cumple una etapa. A partir de la década de los setenta Pinter se compromete políticamente y eso afecta inefablemente a sus obras. Se opuso a la política de Margaret Thatcher, rechazó el título de "Sir" por parecerle sórdido... Su discurso de agradecimiento del premio Nobel en 2005 titulado "Arte, verdad y política" lo comenzó diciendo:
En 1958, escribí lo siguiente:

'No hay grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso. Una cosa no es necesariamente verdadera o falsa; puede ser al mismo tiempo verdadera y falsa.'

Creo que estas afirmaciones aún tienen sentido, y aún se aplican a la exploración de la realidad a través del arte. Así que, como escritor, las mantengo, pero como ciudadano no puedo; como ciudadano he de preguntar: ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?

En el discurso realizó un ataque feroz a la política exterior intervencionista de los Estados Unidos e Inglaterra en Irak.

En ese mismo discurso puso como ejemplo cómo nacieron dos de sus obras: Regreso al Hogar y Viejos tiempos. De la primera dijo que nació de la frase "¿Qué has hecho con las tijeras?" y de la segunda que partió de la palabra: "Oscuro". De hecho Viejos tiempos (1971) comienza con dos personajes (marido y mujer) hablando sobre una antigua amiga de ella que va a visitarles, la cual está sumida en la penumbra del escenario, en la oscuridad, como símbolo de la presencia de lo que podemos nombrar como recuerdo. Lo oscuro es el pasado, esos viejos tiempos que van adentrándose en una bruma cada vez menos visible, pero siempre presente en nuestra vida.

En Viejos tiempos asistimos a desenterramiento del pasado de tres personajes. La estructura inicial es muy parecida a Regreso al Hogar, donde un elemento del exterior, otro personaje (una antigua amiga de la mujer), entra en un sistema (en éste caso el que conforman marido y mujer). Las cosas que en un principio parecen normales y corrientes, esconden secretos y capas que se nos van mostrando poco a poco. Las cosas que en un princio parecen de una forma no lo son: La amiga y el marido parecen conocerse, repiten partes de canciones insinuándose el uno al otro... el elemento sexual, aunque velado, está siempre presente. Aquel pasado no es como parecía en un principio, de ninguno de los tres personajes: "Hay cosas que uno recuerda aunque nunca hayan ocurrido. Hay cosas que yo recuerdo, que pueden no haber ocurrido, pero como yo las recuerdo, en realidad ocurren". La estructura robusta del inicio va desmoronándose hacia la no-certeza, hacia la no-verdad, sumiéndonos en el desconcierto y la ambiguedad.

Aunque es una de las grandes obras de Pinter a mi me ha dejado bastante frío. No es de esas lecturas que calen en un primer momento, tal vez porque no tiene una estructura muy definida, todo lo contrario: parte de algo concreto que se va desmoronando. En fín, aún así seguiré leyendo más obras de Pinter.

Otras reseñas anteriores de Harold Pinter:
- Retorno al Hogar

jueves, 3 de julio de 2008

La ascensión del gran mal; de David B.

David B., fué uno de los fundadores de L'Association en 1990, editorial independiente que quiso desmarcarse de las líneas editoriales de la industria francesa. De L'Association salieron autores franceses destacables como Sfar, Trondheim o el propio David B. La ascensión del gran mal es su obra maestra hasta el momento.

En La ascensión del gran Mal (1996-2003) David B. rememora su propia vivencia sobre la enfermedad de su hermano Jean-Christophe: la epilepsia (El gran Mal). Para ello realiza un pormenorizado recorrido desde su infancia hasta la edad adulta en un total de seis volúmenes. Aunque la obra esté enfocada desde un punto de vista subjetivo, a modo de autobiografía, el autor nos muestra de forma global la reacción familiar ante ese Gran Mal que les atenaza. Las primeras crisis y ataques, la incomprensión de los amigos, la búsqueda de un remedio para el mal; todo ello termina convirtiéndose en un peregrinaje de la medicina convencional (y esas pruebas científicas) hacia las medicinas alternativas (la macrobiótica), pasando por el esoterismo, la videncia, el magnetismo, el vudú o la iglesia swedenborgiana; y toda esa vivencia la muestra tal cual David B. desde el punto de vista de un niño, que simboliza a través de fantasmas y dibuja de forma compulsiva esa guerra interior que porta dentro. El dibujo y la imaginación se convierten así en las únicas armas que puede usar ese niño para combatir aquel Gran Mal que afecta a toda la familia, que hace primero de Gengis Khan su gurú.

El relato se hace terrible, y David B. logra empatizar con nosotros y hacernos partícipes de esa enorme impotencia ante la que su familia se sitúa. Todos los integrantes de la familia se sienten perdidos e impotentes. Así, además de la enfermedad del hermano, asistimos al crecimiento y la madurez del propio David B. El autor confiesa querer la muerte para su hermano, y nos dice "siento una rabia que calmo dibujando sin cesar", y dibuja enormes guerras y se dibuja a sí mismo con una armadura de soldado de Gengis Khan cada vez más y más gruesa. El espíritu de su abuelo muerto le acompaña en forma de un pájaro negro, y acude a él para confesarse y pedirle aliento en los peores momentos. Escapando a través de la fantasía para huir de una realidad abrumadora.

Después, mientras va haciéndose mayor, cambia al pájaro negro por iconos que le inspiran sus lecturas fantásticas: Utiliza la trinidad de "Los últimos cuentos de Canterbury" de Jean Ray -Un muerto, un gato mágico y el diablo dice Su- como nuevos confidentes. Y cambia esa armadura, esa máscara. Su propia madre le dice "antes dibujabas todo el tiempo caballeros con armadura, ahora tus personajes llevan trajes negros. Es tu nueva armadura". Y David B. sentencia: "Mi armadura es la noche". La enfermedad de su hermano va haciéndose más y más insoportable para la familia, de hecho Jean-Christophe comienza a responder con violencia, ante lo cual David comienza a contactar con su propia ira; mientras sigue dibujando y logra entrar en la escuela de Artes Aplicadas de París.

El sexto tomo es tal vez el más introspectivo (aunque todos lo son) y el más escalofriante. En él David B. nos relata sus primeros pasos en el amor, en el mundo del comic y tal vez en el mundo adulto. Todo está más centrado en él, dejando en un segundo plano a Jean-Christophe. La realidad envuelve su vida, lo vivido arrastra al autor más allá de lo imaginario. Comienza a unir las piezas del puzzle de esa vida junto a su hermano enfermo y a encajarlas en sí mismo. La muerte, la tristeza, la soledad, la ira, la impotencia. Todo debe enfrentarlo ahora, como si saldara las cuentas con la epilepsia de su hermano, aceptándola de forma constructiva.

La totalidad de la obra es de una sensibilidad apabullante. Su simbolismo, sus revelaciones; todo nos acerca empáticamente a la realidad de ese ser autodenominado como David B. Muy recomendable. Casi de necesaria lectura para cualquier amante del comic.

Otras reseñas anteriores de David B. :
- Los Complots Nocturnos

martes, 1 de julio de 2008

Retorno al hogar; de Harold Pinter

Este dramaturgo inglés, ganador en 2005 del premio Nobel de Literatura, se vió grandemente influenciado por las primeras obras de Beckett, de ahí que sus primeras producciones sean emparentadas al teatro del absurdo. La habitación (1957), Fiesta de Cumpleaños (1958), El Cuidador (196o), El amante (1963), Retorno al hogar (1965), Viejos tiempos (1971), y Tierra de nadie (1975), son tal vez sus obras más conocidas. A partir de la década de los setenta en su obra se aprecia un interés creciente por los temas políticos, dejando entrever su crítica a la represión y su militancia izquierdista.

Retorno al hogar, es una de esas obras de teatro que duelen. La podredumbre infecta a todos los personajes: todos se hallan bajo la deshumanización más absoluta. Bajo la fachada de una historia sencilla: El regreso de uno de los hijos, ya casado, al hogar que le vió nacer tras años de ausencia; se esconde una simbólica y cruenta autopsia de una humanidad egoísta. La comunicación se basa en la reiteración de frases y el uso de silencios, y hacen que la tragedia esté preñada de elementos realistas engarzando un todo absurdo, convirtiéndola en una tragedia cotidiana. Los componentes de la familia se odian abiertamente, el padre a los hijos, los hijos al padre, y la comunicación (vacía) sólo sirve para usar de forma práctica al otro en su propio beneficio, como si fuesen cosas u objetos (da lo mismo una mesa, un bocadillo o una mujer). Los elementos sexuales incluidos en la obra, y la frialdad y absurdez con la que son tratados, llenan todo de una sordidez y crueldad enfermiza: La concepción que se tiene de las mujeres queda del todo patente cuando la familia conoce a la mujer del hijo que regresa, concibiéndola como una prostituta. Toda esta mezcla deja un poso en quien lo lee terrible. Diríase que lo escenificado remueve en la medida que uno se da cuenta que lo que está viendo forma parte de uno mismo: el contacto visceral con la realidad humana.

Me entran ganas de leerme toda la producción teatral de Pinter. Aunque duela, aunque duela mucho.