Los complots nocturnos (2005) no es ni más ni menos que la plasmación gráfica de diecinueve sueños del autor, comprendidos desde 1979 hasta 1994. Al principio de la obra, y a modo de presentación, David B. nos dice:
Por la noche, mis sueños están llenos de complots, de persecuciones, de atentados, policías, espías y bandidos me dan cita para extraños tiroteos. Aparece en mi inconsciente mi afición a las historias de gángsters y el sueño metamorfosea mi vida cotidiana en investigación policíaca. La recurrencia de estos temas me ha incitado a dibujar esos sueños. Me gustan sus lógicas misteriosas. me gustan sus enigmas sin soluciones. Cada uno de esos sueños es un capítulo de mi novela negra.
La verdad es que el ejercicio de dibujar sueños propios, de trasvasarlos a modo de cómic, me parece una idea acojonante. David nos sumerge en su propio mundo, en el océano íntimo de sus miedos y deseos. Y de alguna forma supone una proyección de la proyección. Es decir, parto de la suposición de que soñar supone proyectar, o dicho de otra forma: configurar simbólicamente nuestro mundo interior. A su vez, el acto de recordar (o dicho de otra manera: ordenar, de manera más o menos lógica) esos sueños supone elegir y por lo tanto proyectarnos nuevamente.
Pero una cosa es una buena idea y otra muy distinta que ésta prospere. Es por eso que, visitar los sueños de David B., se me hace completamente ajeno. Para mí no tiene sentido ver imágenes entre las que no puedo discernir nada, nada tiene sentido porque sólo tiene alcance para quien los sueña. Y esa dirección apenas es esbozada por el autor. Él no nos guía por el maremágnun de escenas ilógicas que, no dudo, para él tendrán los más variopintos significados. O, quien sabe, tal vez no: Quizás los quiera mostrar tal cual, sin pulirlos demasiado, para que los veamos en esencia. Pero así, la verdad, es que no interesan mucho.
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