
Pat Mills es un reconocido anti-superhéroe y anti-autoritarismo. Y eso es lo que trata precisamente el fondo de esta serie. ¿Qué mejor manera que parodiando y exagerando a los propios Superhéroes? Su tratamiento de la violencia y el sexo, totalmente desvestido de convencionalismos e incluso políticamente incorrecto, atrae muchísimo. Y la narración, plagada de monólogos interiores de cada personaje, me pareció todo un acierto.
Marshal Law, así de entrada, me sonaba al famoso Plan Marshall. Es decir, aquel plan puesto en marcha por los USA para reconstruir Europa después de la II Guerra Mundial. La historia del comic nos sitúa en San Futuro, una reconstrucción del antiguo San Francisco, donde los superhéroes campan a sus anchas. Pues resulta que los soldados americanos que fueron enviados a la última gran guerra fueron modificados mediante ingeniería genética para, así, convertirlos en superhéroes. Al volver a su país muchos estaban locos, pero conservaban sus superpoderes. Uno de aquellos soldados es, precisamente, Marshal Law, el cual es contratado por el gobierno para mantener en jaque a todos esos superhéroes descarriados. Es curioso cómo Marshal, vestido de forma exagerada y con cierto toque a lo "general nazi", desempeña su labor con sumo placer, dado que él mismo odia a muerte a los superhéroes.
Además de Marshal Law, por el comic desfilan una cantidad ingente de superhéroes impagables:
- El Durmiente: O también Bacteria. Cuyo lema es "Soy la forma más baja de vida..." Va vestido con una bolsa de papel cubriéndole la cabeza.
- El Espíritu Público: Es una parodia de Supermán. Impresionante la imagen donde aparece inyectándose anabolizantes.
- Celeste: Es una "Puta estelar". Consigue información a cambio de sexo.
- El Cuasi-Hombre: Gordito y con un rabo que "erecto mide un metro".
- Hitler Hernández: Se cree la reencarnación del Führer.
- Judas S. Cariote o El traidor.
- Cabezaturco: Esquizofrénico paranoide que se cosió el traje a la piel para que nadie descubriese su identidad.
La historia que se relata durante los seis números, una intriga por conocer la verdadera identidad de El Durmiente, no es del todo interesante, lo que más me ha llamado del comic. Pero lo que sí que verdaderamente hace de éste comic un artefacto de culto es la forma en la que está contado: Esa mala leche con la que Pat Mills retrata a sus personajes. Y la psicología de trasfondo: Esas miserias mostradas a la luz sin contemplaciones, con brochazos gruesos y desde dentro de sus cabezas: con ese original "monólogo interior".
Agradecer muy mucho a Knut el descubrimiento de éste Pat Mills. Del que tengo muchas ganas de leer Sláine.