martes, 17 de marzo de 2009

La maldición de Hill House; de Shirley Jackson

Tenía muchísimas ganas de leer a Shirley Jackson (1916-1965) clásica escritora norteamericana de terror, que firmó varias obras de gran importancia dentro del género, entre ellas The Lottery (1948), The haunting of Hill House (1958), o We have always lived in the Castle (1962).

Dentro de la literatura de terror existen muchos tipos de subgéneros, uno de ellos es el de las historias que hablan de casas encantadas. Tal vez el primer gran ejemplo es El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole, el primer relato de la literatura gótica. Por alguna razón los seres humanos nos sentimos atenazados por un terror de carácter atávico ante la posibilidad de que nuestro espacio íntimo sea violentado, de ahí que los espacios cerrados donde moramos, donde dormimos, donde nos comunicamos, donde comemos, donde sucede la vida más personal, sea un escenario ideal para aterrorizarnos. Por tanto... ¿Qué ocurriría si es precisamente en esos lugares donde suceden extrañas apariciones, ruidos, gritos, lamentos...? Eso es, precisamente, lo que se han preguntado algunos escritores a lo largo de la historia: Además del ya mencionado Walpole, citaremos a Margaret Oliphant y su La puerta abierta (1882); La casa vacía (1906) de Algernoon Blackwood; La casa en el límite (1908), de William H. Hodgson; Malpertuis (1943) de Jean Ray; La casa tomada (1947), de Julio Cortázar; Algunas casas encantadas de Ambrose Bierce... Por contra, el gran relato de terror de Stephen King: El resplandor (1977) o La casa infernal (1971) de Richard Matheson bebieron directamente de las aguas pantanosas de la casa de la colina que edificó Shirley Jackson.

La maldición de Hill House nos cuenta la historia de la investigación que el profesor Montague realiza junto a tres acompañantes, en la tétrica casa de la colina, una casa supuestamente encantada. La misión de Montague es desentrañar los secretos de esa misteriosa casa y estudiar concisamente los posibles hechos sobrenaturales que se dan en ella. El relato, aunque no en primera persona, está contado desde el punto de vista de Eleanor, una de las invitadas por Montague. Lo cual no es accesorio, pues iremos viendo cómo la situación personal de Eleanor, su forma de sentir, su vida pasada y su romanticismo, su timidez e inseguridad, su corazón lleno de culpa, es utilizado por Hill House para minarla poco a poco. El miedo que la primera visión de Hill House le produce, va transformándose en una necesidad por quedarse, en el hogar que siempre deseó. El que parece ser el eslabón débil de los cuatro visitantes, se convierte en objetivo de la maligna casa: La casa parece ver en el interior de ella, y le procura proyecciones de sí misma: los golpes se asemejan a los que daba su madre, las estridentes risas, las pintadas con su nombre, la búsqueda del hogar perdido, del amante... El villano, en éste caso, es la propia casa, que parece tener vida propia.

En La maldición de Hill House Shirley Jackson utiliza recursos propios de la novela gótica clásica: La gran mansión que levantó Hugh Crane es una tétrica alegoría de los castillos medievales, el espacio arquitectónico está embebido de decadencia y oscuridad, no ya sólo por los sucesos que antaño acaecieron en su interior, sino porque el propio espacio rezuma el mal:
Ningún ojo humano puede aislar la desgraciada coincidencia de línea y lugar que sugiere el mal en la fachada de una casa y, sin embargo, de algún modo, una maníaca yuxtaposición, un ángulo mal inclinado, un encuentro fortuito entre el tejado y el cielo, convirtieron Hill House en un lugar de desesperación, más aterrador si cabe porque la fachada de Hill House parecía despierta, vigilando con sus vacías ventanas y mostrando un leve matiz de satisfacción en la ceja de una cornisa (...) Era una casa carente de bondad, que no había sido pensada para ser habitada, un lugar inapropiado para la gente o para el amor o para la esperanza.

Además Hill House proyecta las terribles emociones de sus habitantes como si fuera el espejo terrible del alma. No falta la heroína o doncella perseguida (Eleanor), ni los personajes excéntricos de emociones exageradas, ni, por supuesto, el villano (La propia Hill House).

El libro es una verdadera maravilla. Ya no sólo por la serena voz de Shirley Jackson, que nos va relatando de manera sugerente la lenta captura de la mente de Eleanor desde su propia persona, sino porque es capaz de evocar el ambiente malsano, opresivo y maligno, que subyuga al lector en una historia casi onírica y pesadillesca hasta el final. La descripción de la mansión de Hill House tiene verdadera presencia y realismo, casi se materializa ante nuestros ojos ( la autora se inspiró en la Winchester Mystery House), y de hecho algunas de sus escenas me han dado verdadero pavor.

Para redondear el asunto, y alargar la sensación de la novela, ví la adaptación para el cine que de ella hizo Robert Wise en 1963 con el título de The Haunting. Una adaptación buenísima, hay que decir, que elimina ciertos hechos y personajes del relato, pero que sabe captar fielmente la intensidad y el ambiente del original. Muy recomendable para completar la experiencia.

3 comentarios:

Llosef dijo...

¡Uah! ¡Tremenda novela! Las descripciones de la casa son, para mí, insuperables no sólo en lo que toca al género de horror, sino a cualquier género.

Pero lo mejor de la Jackson es que tiene otra novela fantástica tan magnífica como ésta. No tan terrorífica, pero sí más extraña: "Siempre hemos vivido en el castillo". Una obra maestra como una catedral.

Y sus cuentos también son excelentes. "La lotería" es un clásico (copiado hasta la saciedad). Y "La bruja" consigue estremeceder con tan sólo una mirada a través de la ventanilla de un tren.

Esperemos, señor pesanervios, que Valdemar reedite toda su obra.

¡Ah! Y totalmente de acuerdo: la adaptación de Wise es excelente. ¡Y con Claire Bloom!!!!

Knut dijo...

Probablemente sea porque la leí hace un buen montón de años, pero es una novela que a mi me dejó frío hasta el tuétano. No es que me parezca mala o mediocre, sencillamente me quedé igual. Está muy bien escrita, tiene momentos realmente estupendos, pero a mi me supo a mera anécdota. En mi contra diré que además también me parece un poco coñazo el clásico de Matheson, tanto es así que empiezo a pensar que es un género que no me gusta nada (joer, qué mazazo, me creía un aficionado a esto hasta este mismo momento)

Ains!

Pesanervios dijo...

De acuerdísimo Llosef: la novela transgrede el género. De hecho, su inicio y varias partes de la novela, así como varios pasajes subjetivos, tienen una viveza propio de la mejor prosa lírica.

Tengo muchas ganas de leer más cositas de Shirley Jackson. Por lo pronto tengo la edición de edhasa de hace unos añitos de "Siempre hemos vivido en el castillo". Y sí, ojalá Valdemar, ya que se ha lanzado a rescatar "The haunting", tenga a bien reeditar más.

No te preocupes Knut, de la de Matheson he leído malas críticas. Yo no la he leído, pero se de buena tinta que no le gusta a muchos... Y del libro de Jackson, fíjate que entiendo que te pareciera fría. De hecho, la semi-narradora (Eleanor) es muy romántica a su modo, un poco demasiado, exagerada a la manera de las heroínas góticas, lo cual puede resultar un poco cansino. Pero, a mi modo de ver, asistir a la evolución psicológica de Eleanor bajo la influencia de la casa es para mí una de las cosas más fantásticas y sugerentes que he leído dentro del género. Solo vemos los efectos, el resultado de ese ser maligno, y presentimos su presencia en las habitaciones y en su fachada, pero... ¡No lo vemos! Me pareció maravilloso.

Un abrazo a los dos!