
Es difícil describir el mundo en el que nos sume Tom en "El borrón". Todo queda reducido a lo esencial: Los dibujos nos trasladan a los albores del cómic, miscelánea de un Mickey Mouse de Floyd Gottfredson y un Popeye de Elzar Crisler Segar, pero en un ambiente cargado de una agresividad y tristeza enormes. Y en cuanto al guión, nos presenta una historia surrealista que habla de una lucha: Una lucha a la que todo ser humano debe entregarse: la del bien y el mal, la del blanco y el negro, la de lo divino y lo profano, todo llevado a la simplificación superlativa, la constricción esencial y básica, mientras explora los terrenos entre la individualidad y la comunicación entre las personas. Neely nos sitúa en el abismo mismo entre surrealismo y metalenguaje del comic.
Esa mancha que persigue al personaje principal, motivo de vergüenza y huida, ese núcleo de mal y oscuridad, es sinónimo de todo lo negativo y agresivo: la destrucción de lo humano. Neely se convierte en un dios que juega con su protagonista: Lo ataca con la eterna mancha de tinta, lo embadurna, lo persigue, y su personaje intenta escapar y defenderse.
Los dobles malignos o deshumanizados, simples esbozos, las máscaras, los agujeros, los sombreros... los árboles... son motivos de anclaje, la simbología con la que el autor pretende estremecernos y reflexionar sobre el miedo, el amor, la agresividad o el dolor.
Este comic abre puertas. Personalmente su lectura me ha resultado fascinante. Me ha recordado a aquella onírica historia de "El ruido y la furia" del Bardín de Max. Hacía mucho que no leía un comic tan imaginativo. Habrá que seguir la pista a Tom Neely. Promete.
Más sobre el autor en: I will destroy you
1 comentario:
¡Qué interesante! Apunto.
Saludos: Llosef
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