Irlandés y protestante, Bernard Shaw fué y sigue siendo una de las grandes referencias del teatro. Antes de comenzar su carrera dramática hubo de trabajar como periodista y como crítico teatral. Además de estar influído por autores como Marx, Ibsen o Schopenhauer, fué amigo de Michael Collins y G.K. Chesterton. Sus obras tenían como característica principal lo moralizante y didáctico (característica muy ibseniana) usando como referencia la comedia ácida. Su obra más conocida es Pigmalión, o My Fair Lady (tal y como fué adaptada al cine en 1964).
Escribió Pigmalion entre 1912 y 1913, robando dicho título de un relato de Ovidio, que cuenta el mito del amor de Pigmalión hacia una estatua a la que los dioses griegos dan la vida.
De alguna forma eso es precisamente lo que pasa en Pigmalión. Una muchacha de los bajos fondos, vendedora ambulante de flores, es el centro de una apuesta entre dos gentlemen de la alta sociedad inglesa. Uno de ellos, un tal Higgins, que es un experto en fonética y lingüística, apuesta, con un coronel amigo suyo, Pickering, que en seis meses será capaz de hacer pasar a Elisa (la vendedora) por una mujer de clase alta en una garden-party. Para ello se valerá simplemente de sus conocimientos en fonética para moldear sus hábitos. Esta situación, que dará lugar a situaciones realmente cómicas, esconde espeluznantes reflexiones, por parte de Shaw, entorno al clasismo inglés, a la diferenciación absoluta entre el ser capitalista y el proletariado. Pero no se queda ahí, sino que en el epílogo, además, esgrimirá cierto tonillo misógino al más puro estilo nietzscheano. Lo curioso de Pigmalión no es la obra de teatro en sí, que puede pasar por una simple comedia de amoríos, sino precisamente su epílogo. En él Shaw se detiene a explicar lo que ocurriría después de la obra, imprimiendo un cinismo desmedido en clave didáctico, y defendiendo a capa y espada la concepción que tiene Higgins en la obra sobre el amor (como si fuera el suyo propio) y desvirtuando el que tiene Elisa. No sé, es como si Bernard Shaw hubiera agitado una coctelera en la que hubiera metido las obras completas de Marx y la concepción de Nietzsche sobre el amor. El efecto es terrible. Por si fuera poco utiliza, al menos así lo veo yo, un personaje secundario para meterse vilmente con H.G. Wells tildándolo de snob. Al parecer tenían sus diferencias, a pesar de haber pertenecido al mismo grupo político socialista, el llamado Fabian club.
De lo que me ha servido la lectura de ésta obra es para saber a ciencia cierta que ya no quiero volver a leer a Bernard Shaw.
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3 comentarios:
mmm... sí, me dejó perpleja la última parte del libro, el epílogo o apéndice estaba totalmente de más a mi gusto.
Supongo que en la mayor parte de las adaptaciones al teatro lo omitieron (o cambiaron), así como sucedió con el clásico "My Fair Lady" en cine.
De cualquier forma yo creo que hay que leerlo, y debe ser muy interesante en su idioma original.
Literalmente, para reír a carcajadas
¿Verdad? El apéndice es un mundo aparte. Bernard Shaw estaba muy inclinado hacia la didáctica y, al parecer, siempre le gustaba disertar en sus introducciones o en apéndices sobre el fondo moral de la obra y sus vicisitudes. Me gusta más Ibsen en ese sentido. Prefiero que sea la misma obra la que me deje entrever significados, y no que sea el autor el que, antes o después, teorice sobre el asunto en tono dogmático.
Sí, es cierto, en el idioma original, con el tema de la jerga, el léxico y tal, debe ganar en mucho.
CONSIDERO QUE SHAW, EN GENRAL, PRESENTA EN SUS OBRAS UNA VISIÓN MÁS AMPLIA QUE COMEDIAS DE AMORIOS CON RESPECTO A LA RELACIÓN HOMBRE MUJER, Y EFECTIVAMENTE, SE EXISTEN COMENTARIOS MISOGINOS, PERO NO HAY QUE OLVIDAD QUE ES UNA COMEDIA Y SE HA DE PUNTUALIZAR EN LOS VICIOS DE LOS PERSONAJES, PARA LUEGO EXHIBIRLOS. ME PARECE QUE FINALMENTE PRETENDE COMO OTROS MODERNISTAS, PRESENTAR A LA MUJER COMO ALGO MUCHO MÁS QUE SER DE PELO LARGO E IDEAS CORTAS.
POR CIERTO EL VERBO "VALER" EN FUTURO ES IRREGULAR Y SE CONJUA EN TERCERA PERSONA "VALDRÁ"
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