martes, 29 de septiembre de 2009

Ombligo sin fondo; de Dash Shaw (2008)

Californiano de ventiséis años, que comenzó autoeditándose sus primeros comics, Dash Shaw es ahora muy conocido con Ombligo sin fondo (2008) o el webcomic Body World.

Los tintes épicos que en un primer momento adoptan las formas del comic de Ombligo sin fondo son puramente físicos: Más de setecientas páginas engañan a la vista en un primer momento; y estéticos: Su forma puede parecerse mucho al de un enorme ladrillo. Pero su lectura es liviana, las páginas van convirtiéndose en pseudocacahuetes adictivos que uno va comiéndose uno tras otro.

El lenguaje experimental de Shaw, fresco y ligero, que va desde el uso de onomatopeyas de apoyo a la imagen, el minimalismo extremo pero práctico de los dibujos, o un desarrollo secuencial rápido de imágenes cotidianas que remiten en muchas ocasiones a sensaciones; dota a Ombligo sin fondo de una individualidad que muchos autores querrían para con sus obras. La historia es sencilla: Los padres de una familia, ya en su vejez, anuncian que se van a separar a sus hijos. Mediante el relato desgranado de sus tres hijos, vamos asistiendo a todas las fases de una relación de pareja, pero desde los diferentes puntos de vista de cada uno de los hijos: El enamoramiento, la crisis, la separación, las dudas, el dolor, la inseguridad, el cariño, el miedo... El grado de detalle y particularidad que logra darle Shaw a la historia, su sencillez, hace de Ombligo sin fondo algo muy especial, unido a su específico y emotivo idioma-comic. Parece mentira que en setecientas veinte páginas pasen tan poquitas cosas, pero el núcleo de Ombligo sin fondo es algo más sugerido que dicho. Es un comic que se experimenta y que te hace sentir pequeño, una especie de redescubrir la vida, las pequeñas cosas, através de sensaciones sutiles como tocar la arena, experimentar el agua... y que pasa por diversos arcos perfectamente reconocibles: la niñez, la adolescencia, la madurez y la vejez.

Muy recomendable.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Hombres salmonela en el planeta porno, de Yasutaka Tsutsui (2008)

Otro libro de relatos de Tsutsui. Si en Estoy desnudo (2009) Tsutsui eligió personalmente los relatos que más le gustaban, en ésta recopilación de la editorial Atalanta se eligieron algunos de diferentes colecciones publicados a lo largo de la carrera de éste prolífico autor japonés. Así encontramos, entre otros, Rumores sobre mí (1974), El último fumador (2002), El mundo se inclina (2002) u Hombres salmonela en el planeta porno (2005).

Desde el principio he de decir que he quedado levemente defraudado con ésta recopilación. Ya había leído Estoy desnudo, y tal vez mis expectativas eran muy altas tras la magnífica experiencia de aquella compilación. En "Hombres salmonela..." hay también cuentos excepcionales, ojo, pero hay otros que... en fín, no me parecen tan buenos, y en cierta medida desvirtúan la sensación general del libro. Sólo un ejemplo: Leyendo Estoy desnudo esperaba ansiosamente leer el siguiente cuento nada más acabar el anterior. En éste ha habido parones largos entre uno y otro relato.

Si hay una cosa que observamos rápidamente leyendo a Tsutsui es que le obsesiona la represión, el sexo y la mirada exterior. Entendiendo todo esto como una vasta crítica a una sociedad represiva y agresiva para con sus miembros, surgiendo precisamente de esa idea la desvirtualización de la realidad. Realidad subjetiva versus realidad social. En todas las situaciones el ser individual se halla asediado por una realidad opresiva que intenta fagocitarlo. Esa intrusión en lo individual se da en todas las esferas posibles: en los sueños, en sus pensamientos más íntimos, en su necesidad sexual, en su esquema de vida familiar... hasta en su preferencia por el tabaco. Todas estas reflexiones, con diferentes matices y algunas capas humorísticas, los leemos en los primeros cinco relatos de la recopilación. El último relato es el que da título al libro: Hombres salmonela en el planeta porno; título que de algún modo ya alimenta la fantasía del lector antes de comenzarlo, y le hace realizar cábalas respecto a su contenido. Es el relato más largo de la recopilación, y trata precisamente la represión sexual en clave de ciencia ficción.

Si tuviese que elegir los relatos más interesantes, a mi modo de ver, de la recopilación, me quedaría con los tres primeros: "El bonsai Dabadaba", "Rumores sobre mí" y "El límite de la felicidad". El resto me parecieron, en grados distintos, aburridos, farragosos y prescindibles, aunque las ideas de fondo que presentaran sí que resultaran sugerentes.

Para acabar el volúmen, la editorial Atalanta incluye una fantástica y reveladora entrevista con Yasutaka Tsutsui, que nos descubre a un personaje realmente peculiar que destila vida por los cuatro costados, y profundiza en sus temas fetiche, así como en sus influencias más directas.

Reseñas anteriores del mismo autor:

- Estoy desnudo

jueves, 10 de septiembre de 2009

El sobrino de Wittgenstein; de Thomas Bernhard (1982)

Segunda novela que leo de éste autor, y nuevamente embelesado por el espíritu de la destrucción. Un Siva terrible para con los sentimientos o tal vez un superviviente capaz de hablarnos de su experiencia. Bernhard escribió numerosas novelas y obras de teatro, las novelas tenían un fuerte carácter autobiográfico. Es especialmente celebrada su serie de escritos autobiográficos, que por cierto han sido recientemente reeditados en un solo volúmen por Anagrama (Relatos autobiográficos, 2009).

Si en "El malogrado" (1983) Bernhard exploraba sus años de estudio en el Mozarteum de Salzburgo, en "El sobrino..." nos relata sus reflexiones acerca de su amigo Paul Wittgenstein (sobrino del afamado filósofo Ludwig Wittgenstein). Paul estaba loco, pero fué uno de los mejores amigos de Bernhard en los últimos años de su vida. A través de la disección de ésta amistad el autor nos expone su propia concepción de amistad, su concepción de la enfermedad, de la pasión por la vida. A modo de monólogo, Bernhard señala a su amigo como un verdadero amigo: alguien que te habla con sinceridad y alguien con quien poder compartir un aspecto importante de nosotros mismos. Además se sitúa a su altura: Ambos están enfermos, amigo y autor, uno de locura y el otro del pulmón. Si Paul está loco no es porque no tenga grandes y lúcidas ideas, es porque no expone su filosofía por escrito, no la organiza, no la expulsa de su cuerpo. Su pasión queda encerrada en la cabeza y termina por atacarle por dentro.

En cierto modo, mediante la visión y dibujo del personaje de Paul, Bernhard se sincera, se duele. De alguna manera este pequeño librito es una especie de deuda hacia el sobrino de Wittgenstein: Una confesión. Un arrepentimiento en relación a la amistad que tuvo. Una daga clavada en el alma. Toda una declaración en relación a la salud: La salud mental requiere encontrar vías útiles donde expurgar las cosas que nos duelen. Este libro parece eso: La vía que usó el propio Bernhard: lo puso en palabras.

Por otro lado Bernhard tiene un modo único de arrastrar al lector. Su estilo es férreo y pesado, largas parrafadas se van hilando con frases repetitivas, vueltas y vueltas a una misma idea pero exponiéndola de diversas formas y puntos de vista... lejos de aburrir, como cabría suponer, el texto nos sume en una especie de experiencia alucinatoria y mística, y de ella nos quedan brutales reflexiones sobre la vida. Yo ya lo he adoptado como uno de mis autores fetiches.

Otras reseñas anteriores sobre Bernhard.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Diario de un álbum; de Dupuy y Berberian (1994)

Dupuy y Berberian son dos autores franceses que llevan trabajando juntos mucho tiempo en el mundo del tebeo. Ambos dibujan y ambos escriben los guiones. De ésta colaboración nació una serie emblemática: "Monsieur Jean" (o Señor Jean por estas tierras) que desde 1991 viene publicándose (hasta ahora siete volúmenes). Precisamente "Diario de un álbum" (1994) habla de las vicisitudes surrealistas que ambos vivieron a la hora de crear y parir el tercero de los volúmenes de Señor Jean (Las mujeres y los niños primero) en 1994.

De alguna manera "Diario de un álbum" sirvió de claro precedente al autobiográfico "Mis circunstancias" de Trondheim, de hecho también se publicó en L'Association. Quizá Dupuy y Berberian no fueran tan analíticos, ni tan neuróticos como Trondheim, pero nos van relatando la excéntrica e incomprendida vida del creador de comics, y no dudan en dibujarse a sí mismos vestidos de extraterrestres, saliendo de una nave y diciendo "Somos dibujantes... hacemos tebeos...". Esa imagen sirve de buena metáfora para expresar cuales son las impresiones de los que les van rodeando. Así, van alternándose las miradas de ambos, primero uno y luego otro, y nos van descubriendo sus pequeñas y grandes miserias y, por extensión, los problemas que surgen a la hora de trabajar juntos y tener que ponerse de acuerdo a la hora de crear el comic. Las obsesiones de uno, las inseguridades del otro, las expectativas, los problemas familiares, conyugales, los hijos... los problemas con la editorial... Un todo que lleva a la creación de un álbum, un comic de Señor Jean.


Su lectura es interesante, aunque me atrevería a decir que "Mis circunstancias" supuso un paso aún mayor y, si cabe, más interesante y más profundo. Creo que éste diario se queda un poco a las puertas, es tal vez menos arriesgado, más amable y menos atrevido. Se echa de menos algo de mala leche, que seguro que la tuvieron.

martes, 18 de agosto de 2009

All Star Superman; de Grant Morrison y Frank Quitely (2005-2008)

Publicada originalmente en inglés entre Noviembre de 2005 y Septiembre de 2008, All Star Superman unió de nuevo al tándem Morrison (al guión) y Quitely (en el dibujo), a quienes ya habíamos visto juntos en New-X-Men o en WE3. De alguna manera juntos han tenido muchísimo éxito, y hablo a nivel comercial y más o menos a nivel artístico. Cuando Quitely dibuja (interpreta) la prosa de Morrison los dólares caen del cielo. Tras acabar la etapa All Star de Superman, ya andan enfrascados en un nuevo proyecto juntos dentro del ámbito de la DC: Batman y Robin.

All Star plantea una situación alternativa y no lineal dentro de la historia de Superman. A su vez intenta abarcar prácticamente todo el universo del personaje en doce números. Están todos y todo. Infinidad de detalles y guiños nos hacen retroceder, incluso, hasta la etapa primigenia de Siegel y Shuster. Ya el diseño de éste Superman nos hace pensar en el héroe original: Su mentón, sus ojos, la forma de su cuerpo... está inspirado en aquel dibujo de Shuster de finales de los años treinta.

Resumiendo mucho y sin entrar con excesivo detalle, el argumento sería éste: Superman se está muriendo tras una intensa exposición al sol y Lex Luthor es condenado a la silla eléctrica por sus crímenes. Cada número (de un total de doce) es un capítulo dentro del conjunto de ese argumento, pero en cada uno de ellos Morrison se centra en un personaje en concreto: Lois, Olsen, Lex, Bizarro... Así, las miradas dentro de ese universo supermaniano se hace más completa, hasta llegar a simbolizar una metáfora cuasi-homérica. Supermán se convierte ante nuestros ojos en un Ulises completando sus doce trabajos.

La sensación general leyendo el cómic es buena. Un delicatessen tebeístico para los amantes del cómic de superhéroes. Pero aún así, y a pesar de toda la coba que le han dado, no entusiasma. Sí, es una buena historia, tiene momentos de gran brillantez, pero le falta algo de punch. De hecho, si éste comic lo hubiese dibujado otro que no fuera Quitely tal vez pasaría por un comic simplemente pasable. Quitely (y aquí soy absolutamente subjetivo) hace de él algo realmente bello. Los dibujos y la evolución en diseño de personajes y formas hacen de éste comic una experiencia artística y embriagadora.

Otras referencias de Grant Morrison:
-WE3
-Arkham Asylum

Otras referencias de Frank Quitely:
-WE3
-The Authority

martes, 11 de agosto de 2009

La mandrágora (Alraune); de H. H. Ewers (1911)

Hanns Heinz Ewers. Este alemán al que le gustaba tanto viajar como juguetear con lo oculto; amigo de Aleister Crowley, ensayista, poeta, guionista; escribió algunos relatos que le hicieron formar parte en la moderna concepción del género fantástico y de terror. Entre sus escritos los más valorados fueron: El aprendiz de brujo (1910), Alraune (1911) y Vampyr (1921) que conforman una especie de triología, cuyo protagonista o voz era Frank Braun, cuyas características y mirada nietszcheana tenían mucho del propio Ewers.

Aún perteneciendo a una pseudotriología, Alraune o La mandrágora, tiene entidad propia, y no se necesita leer El aprendiz de brujo para seguir la historia.

El germen de la historia nace en las leyendas entorno a la raiz de la mandrágora, cuyas bifurcaciones siempre se ha dicho que tienen forma humana. Desde tiempos inmemoriales este parecido ha sido suficiente para atrubuir a la mandrágora propiedades mágicas: magos y brujas las han usado como elemento venerado o ingrediente de pociones.

Ewers parte de esta fantástica percepción y crea una nueva leyenda. Su alter ego, Frank Braun, escucha que la mandrágora, según el mito alemán, nace de la tierra donde cae el último semen de un ahorcado. Por lo tanto imagina si tal vez fuera posible crear una mandrágora humana si en vez de tierra se usa una mujer: una mujer especialmente seleccionada: libertina, fogosa, sería el mejor abono para una creación tal. Así, elige a un vil asesino que va a ser condenado y a una prostituta sensual. De éste modo, y a la manera de un Frankenstein retorcido y fantástico, Frank Braun idea a la Mandrágora. Y su tío la crea siguiendo sus preceptos. De este modo Ewers, sólo con la idea, crea uno de los mitos más espectaculares de la literatura fantástica. Una niña malvada, que juega con su etérea manera de atraer tanto a mujeres y hombres, como un titiritero juega con sus marionetas.

Si Frankenstein creó un ser humano de la nada, robando el fuego secreto de los dioses, Frank Braun crea una leyenda fantástica haciéndola real, tal vez robando el fuego secreto de la imaginación humana.

Lo menos interesante es la historia que sobreviene. Alraune y sus malvados actos, así como su final, interesa menos que su creación.

viernes, 24 de julio de 2009

El agujero del infierno; de Adrian Ross (1914)

Arthur Reed Ropes o Adrian Ross, catedrático de Cambridge, fué principalmente conocido por escribir infinidad de canciones para comedias musicales inglesas de finales del XIX y principios del siglo XX. Su obra de ficción se reduce a El agujero del infierno (1914), obra alabada por Ramsey Campbell como "Una de las primeras obras maestras de terror sobrenatural", y quien la rescató del olvido reimprimiéndola en su selección Uncanny Banquet (1992).
El agujero del infierno toma elementos clásicos del terror gótico: La importancia del ambiente como proyección de la psicología de los personajes, el misterio de un pasado sombrío que persigue a los protagonistas, la damisela perseguida, el tenebroso villano e incluso el castillo medieval. La obra, que Ross dedicó al gran M.R. James, nos sitúa en la región de Deeping Hold en la Inglaterra de mediados del XVII, imbuída aún en la guerra vivil inglesa que enfrentaba a los monárquicos y los parlamentaristas. En general la novela tiene cierto regustillo de terror sobrenatural quizá por la contínua presencia de un misterioso monstruo que, según las leyendas, habita entre el fango y el lodo de Deeping Hold, y que está emparentada a una antigüa leyenda que dice que cuando el conde de Deeping venda su alma al diablo, lo que habita el agujero le robará su cuerpo y alma. Se suceden pues, a través de este malvado estigma, una serie de terribles sucesos que, de forma inquebrantable, llevan a la perdición del Conde y quienes le rodean.

Apesar de que la historia resulta atrayente en un primer momento, tanto la cargante personalidad del héroe puritano bajo cuya mirada observamos los acontecimientos, como por la aburrida y soporífera prosa de Ross, hacen que la novela se me haya hecho pesadísima. De hecho pienso que si el autor hubiese optado por un relato corto en vez de una novela todo quedaría mejor. El caso es que el resultado no me llega a convencer. El ambiente queda soterrado a una descripción ambigua de los páramos que rodean el castillo, los personajes son solo esbozos superficiales y quedan cabos sueltos en la historia que, tal vez, hubiese estado bien trabajar más.

En fin, no se puede comparar esta novela con los grandes cultivadores del género del terror o la ghost story, ni con Hodgson ni con Lovecraft ni, por supuesto, con mi amado M. R. James. Se queda varios peldaños por debajo.