Aquí tenemos a Bolaño, poeta, porque siempre se quiso como poeta, dentro de las páginas de un libro. Bolaño o Belano, qué más dá. Porque los dos son la misma persona, y sus dos historias son una sola: La que se cuenta en Detectives Salvajes (1998). Bolaño, chileno, mexicano de adopción pero sobre todo chileno de sangre y espíritu, se abrió las venas y dejó caer su historia aquí. Si algo es Detectives salvajes, además de una novela indispensable, es una autobiografía fragmentaria de su autor. Pero no se queda ahí, sino que su capacidad literaria envuelve de una manera tan mágica y vital lo narrado que uno es incapaz de no amar la poesía y la literatura después de haberlo leído, al menos uno mira de forma distinta, con mayor compromiso. Uno no deja de sentirse pequeño ante la envergadura de éste libro.
En la primera parte de la historia se nos presenta, por medio de un diario, al joven universitario Juan García Madero, y con él vamos descubriendo en primera persona una literatura que transgrede a la propia literatura, se trata de una corriente literaria visceral o visceralista, que parece huir de la floritura y es más un modo de vida, una forma de aprehender la existencia, radicalmente opuesta a la poesía dominante en México, cuyo máximo exponente era por aquel entonces el mismísimo Octavio Paz. Ésta corriente es la postura literaria del infrarrealismo, que nació en México de manos del propio Bolaño y Mario Santiago Papasquiaro. Asistimos, pues, al desvirgamiento de García Madero a través del visceralismo. En éste aprendizaje crece en él la madurez, la sexualidad, los diferentes modos de vida de los otros, el peligro asumido, el descubrimiento, la locura, o el embriagarse del incienso de las calles de México D.F. Ese es el tema clave: La ensoñación utópica por el ismo de la real visceralista. Yo me entiendo. Las pinceladas subjetivas de varios personajes que va conociendo el poeta García Madero, nos van descubriendo la moral teórica de la poesía mexicana, tal y como la conciben. Dan ganas, en serio, de montar una revolución cultural, de escribir un manifiesto, de fundar una revista, de dinamitar el mundo con poesía. Y eso, eso, ya es mucho.
Pero ésta primera parte, además de darnos a conocer ésta corriente literaria, sirve para acercarnos a dos figuras rodeadas del misticismo que una leyenda ha ido fraguando a fuego lento: Ulises Lima y Arturo Belano (o Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño), los dos máximos exponentes del visceralismo. Dos personajes que son enaltecidos por los ojos de García Madero, y de los que apenas conocemos datos concretos. Tan sólo sabemos que admiran a una tal Cesárea Tinarejo, aún más rodeada de leyendas, y se consideran sus discípulos. Ésta primera parte nos deja a Ulises Lima, Arturo Belano y a García Madero iniciando un viaje por los desiertos de Sonora en busca de la mismísima Cesárea Tinarejo.
En la segunda parte de la obra, la espina dorsal del libro, se nos presentan una serie de entrevistas habladas (éstas justo comienzan en la misma época que Lima y Belano salen en busca de Tinarejo) a diferentes personajes y a lo largo del tiempo que conocieron a Ulises Lima y Arturo Belano, o bien a personajes a los que alguien les contó algo de ellos. Através de éste modo indirecto (siempre indirecto) de hablar de ellos, queda la duda de qué es cierto y qué no. Bolaño nos sume en una ambigüedad mágica, donde leyenda y realidad se mezclan irremediablemente. Lo cual hace que el desarrollo de la trama sea lento y muy complejo, dada la gran cantidad de personajes e historias entrecruzadas. Llama la atención la omisión absoluta de García Madero en ésta parte, se nos viene a hacer ver, casi, que no existió o bien que en realidad no importa si existió o no. Así, acompañamos a los personajes durante la práctica totalidad de sus vidas: desde aquellos años de adolescencia hasta la completa madurez de los personajes, treinta años después. Gracias a éstas entrevistas vamos conociendo los pormenores por los que van pasando los dos héroes, así como a la destrucción sistemática de todos los mitos que los rodearon.
En la tercera y última parte Bolaño retoma la historia de García Madero allí donde la dejó. Con Lima, Belano y él buscando a Tinarejo por el gran desierto mexicano. Y así vamos, de nuevo, deconstruyendo todos los mitos. Dejando a los personajes desnudos, y por ende, al mismísimo Bolaño, al que terminamos conociendo un poco, ese ser triste, melancólico, que quería morirse a toda costa y que luego ya no, que siempre se consideró poeta, se nos acerca tanto, que terminamos por quererlo, como a un niño.
Una novela que se queda grabada a fuego en la memoria y que crece crece y crece después de haberla leído.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Detectives salvajes; de Roberto Bolaño
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