Nicanor se atrevió, con esa mirada insolente enmarcada entre picudas cejas, a mostrar en Times Square de Nueva York la frase: USA, donde la libertad es una estatua. Esto en 1987, pero antes, ya en 1954, subtituló las partes de su libro Poemas y Antipoemas así: I. Anti-Mistral, II. Anti-Neruda, III. Anti-Parra. En aquella época,
Gabriela Mistral y
Pablo Neruda eran monstruos (los modelos a seguir) cuyas enormes sombras se arrojaban sobre todos los poetas chilenos, ensombreciéndolos.
Nicanor, sabiéndolo y también sufriéndolo, encaró la situación anteponiendo el
anti sobre todo lo habido y por haber, incluyéndose. Rompiendo toda esa Gran literatura con una más sencilla, más llana y transparente: el anti-lírico. Éste profesor de matemáticas, de humor irreverente:
un cura, sin saber cómo,
llegó a las puertas del cielo,
tocó la aldaba de bronce,
a abrirle vino san pedro:
“si no me dejas entrar
te corto los crisantemos”
Llegó a decir, ante las preguntas de los periodistas, que su sentido del humor lo había mamado de sus lecturas de Kafka y de las películas de Charlie Chaplin (luego añadía que jamás iba al cine).
Poemas y antipoemas (1954) fué su segundo libro, donde desarrolla su sistema antipoético mediante el lenguaje cotidiano, rehuyendo (de ahí antipoema) el modelo literario clásico de la poesía.
Por eso cuando uno leee Poemas y Antipoemas tiene la sensación de estar leyendo a alguien cercano, que rehusa al final de las fórmulas poéticas sin alejarse de la profundidad, y que aborda temas tan dispersos como la nostalgia de años pasados o de la lejanía de seres queridos (en “se canta al mar” la primera vez que vió el mar, en “hay un día feliz” el pueblo en el que vivió de niño ahora revisitado, el recuerdo de una amiga ya fallecida en “es olvido” o el no estar presente en el nacimiento de su hija “Catalina Parra”), el humor sarcástico a veces dentro de una crítica mordaz (“sinfonía de cuna”, “desorden en el cielo”, “oda a unas palomas”, “advertencia al lector”, “madrigal”, “vicios del mundo moderno”), o la disección filosófica del mundo. Lo cierto es que el grueso, o la parte dura, de estos Antipoemas están incluidos en la tercera de sus partes (anti-parra). Allí se acumulan los poemas más largos y los que parecen tener mayor profundidad, siendo estos los que se liberan del todo de las fórmulas poéticas tradicionales: rima y métrica. Y es allí donde parece que, al fin, el autor encuentra ese lenguaje poético que andaba buscando para encontrarse. El inicio “advertencia al lector” es demoledor: una carta abierta y directa al propio lector, defendiendo a ultranza su punto de vista sobre la poesía. Esta parte no es tan liviana, al menos en el fondo, queriendo llegar el autor a un más allá: su propia historia melancólica, la rabia del recuerdo doloroso, la metafísica del mundo . Parece haber aquí un análisis mayor, y una sensación constante de desesperanza que se dilata aún más hacia el final: desde “recuerdos de juventud” Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena,
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos
pasando por el descubrimiento de la hipocresía y la bajeza imperante en “el túnel”
Y volví a la realidad con un sentimiento de los demonios
el sufrimiento prolongado de un amor vacío e interesado en “la víbora”
Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer despreciable
Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento
la enumeración solícita y personal de los crímenes o catástrofes humanas en “vicios del mundo moderno” diciendo
Los vicios del mundo moderno:
el automóvil y el cine sonoro,
las discriminaciones raciales,
el exterminio de los pieles rojas,
los trucos de la alta banca,
la catástrofe de los ancianos,
el comercio clandestino de blancas realizado por sodomitas internacionales
…
Como queda demostrado,
el mundo moderno se compone de flores artificiales,
que se cultivan en unas campanas de vidrio parecidas a la muerte
…
La suerte está echada
Aspiremos este perfume enervador y destructor
Y vivamos un día más la vida de los elegidos:
De sus axilas extrae el hombre la cera necesaria para forjar el rostro de sus [ídolos
Y del sexo de la mujer la paja y el barro para construir sus templos
hasta llegar al colofón del “soliloquio del individuo” donde recapitula la historia de la humanidad para terminar diciendo:
Pero no: la vida no tiene sentido.
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