
Diré que muero por dentro (1972) desconcierta bastante. Y hace pensar en el gran tema de las relaciones sociales desde un punto de vista ya algo manido, pero ciertamente original. Resumiendo mucho la historia es algo así como el viaje de Selig, el protagonista, hacia la pérdida de un superpoder que le hace conectar telepáticamente con el pensamiento y el sentir de las personas que le rodean. Muchos creerían que ese don sería potencialmente increíble, podríamos manipular a los demás a nuestro antojo, no? Pues bien, sí, pero si ese don lo tiene alguien con unos rígidos paradigmas morales que se niega a usarlo en su provecho, encontramos al protagonista, que lucha con la pérdida de verse privado poco a poco de ese poder, que se ha convertido en una extremidad más de su ser, y con el mal de ser prácticamente un ser aislado, precisamente por su don. Al final, una reflexión terrible: Quizá es mejor no saberlo todo de los demás para poder relacionarnos.
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