lunes, 12 de noviembre de 2007

El aleph; de Jorge Luis Borges


De lo primero que uno se da cuenta leyendo a Borges es que está leyendo a toda una eminencia. Pocos autores pueden darle un sentido tan profundo a las palabras como éste argentino. Sus letras tienen una proyección prácticamente inasible para alguien con un nivel cultural bajo o medio, o incluso alto, pues el argentino usa multitud de referencias históricas, literarias y metalinguísticas en todos los cuentos coleccionados bajo "El Aleph".

De lo segundo que uno se da cuenta es de la profunda ignorancia de quien lo lee (hablo por mí, claro), pues enfrentarse a unos textos Borgianos, implica ser consciente de las propias lagunas de conocimiento y literatura universal. Esto puede llegar a ser muy frustrante, y refugiarse en frases como "pedante" para designar éste libro, o para tildar incluso a Borges.

Mi opinión sobre sus cuentos es una mezcla de estas dos enumeraciones. En primer lugar me parecen unos cuentos increíbles, con una imaginación y un ingenio para desenvolverse espeluznante. Cuentos como: "Emma Zunz", "La casa de Asterión", "El inmortal" o "Abenjacán el bojarí" me han dejado una impresión buenísima. En segundo lugar hay otros de los cuentos en los que sé que no he sido capaz de dar con el significado completo, asir lo íntegro de ellos, sino que me he dejado llevar por una muralla de datos, palabras y nombres extraños. Los cuales, aún fascinándome a fragmentos, no me han logrado calar.

En todos ellos se observa una búsqueda del Todo: puede presentirse el Ying Yang, el imposible surco que divide al bien y al mal, lo simbólico en los laberintos, las infinitas búsquedas, las obsesiones...

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