lunes, 12 de noviembre de 2007

El desierto de los tártaros; de Dino Buzzati



Tremendo libro. Buzzati me ha dejado derrotado, tal vez herido. Uno de los libros de mi vida.

Hace un tiempo ví en una librería una nueva edición recién publicada de "El desierto de los Tártaros" por la estupenda editorial Gadir. Tenía un pequeño prólogo de Borges, que como es obvio tuve la imperante necesidad de leerme, en el que el argentino expresaba su tremenda admiración por ésta obra y por Buzzati: "En sus páginas retrotrae la novela a la epopeya, que fué su manantial: el desierto es real y simbólico, está vacío y el héroe espera muchedumbres".

Escrita en 1940, la narración contenida en "El desierto de los tártaros" es profunda, a veces onírica, en otros momentos el autor se vuelve seco y duro; pero en esencia la novela es muy gótica, eso sí: cambia aquellos castillos medievales de Walpole y Radcliffe por una arquitectura diferente: La fortaleza Bastiani. Ésta, en una zona limítrofe norte de un país imaginario, da a un desierto: El desierto de los Tártaros. Allí, en aquel lugar inhóspito al que nadie quiere ir, va destinado Giovanni Drogo, el triste protagonista, un joven, que en la flor de la vida, aspira a realizar grandes hazañas y conseguir los más altos honores.

"El dolor es la verdadera mentira del mundo, la verdadera vergüenza del mundo" dijo Buzzati. Y en ese pequeño o gran espacio es donde se articula la novela. Una mirada que destila angustia y terror, expresada en la espera, donde lo ambigüo (ese desierto), debe responder a la pregunta de nuestra existencia. La fortaleza, y el propio desierto, funcionan góticamente a modo de espejo para los personajes, como un símil modernizado del ambiente en las novelas de Radcliffe o Lewis, donde Drogo descubre sus sueños y pero también sus miedos. La novela, de ésta forma, está preñada de infinidad de simbolismos, de metáforas, que además, en algunas partes del libro, funcionan como un espejo para el propio lector. Lo cual, en mi caso, ha sido un poco duro. Pero... ¡Qué fantástico encontrar un libro así! Tan cargado de silencios, y que invita constantemente a proyectar los fantasmas propios. Y qué bonito también que fuera un desierto el paraje elegido por Buzzati: un lugar donde los "espejismos" nacen de uno mismo. Un lugar ambiguo, y a la vez vacío, donde poner los sueños o las pesadillas.

Existe una película con el mísmo título, rodada por Valerio Zurlini, que representa ésta novela en el misterioso desierto iraní de Lot, y más concretamente en el castillo de la ciudadela de Bam. Ésta se hace interesante por su excelente ambiente, pero cojea en el sentido simbólico que sí tiene la novela. Lo cual, a mi modo de ver, es precisamente lo más importante.

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