sábado, 24 de noviembre de 2007

Laberinto de muerte; de Philip K. Dick

Qué podría decir yo de Dick. Ese grande entre los grandes de la literatura, alabado por otros grandes como Lem o como Heinlein.

Muchos son los que hablan de dicks mayores y menores, refiriéndose a sus obras buenas o malas. Pero creo que no, que no es esa la perspectiva que debe darse a su literatura. En mi opinión Dick era un mal escritor, así como suena. Creo que Dick no sabía escribir a la manera de un gigante literato. Pero que tenía talento y genio eso es algo incuestionable. Y eso puede verse en todas sus novelas, tuviese mayor o menos fortuna en su ejecución. Supo desarrollar una cantidad ingente de tramas y teorías con su propia impronta. Muchas de ellas estaban relacionadas con los trastornos que él mismo sufría: especialmente su posible adicción a las drogas y su experiencia psicótica. Ambas solían fundirse para dibujar ambientes siniestros donde la realidad quedaba erosionada, donde Dick se preguntaba una y otra vez qué era realmente real. La ilusión construída como ilusión perceptiva, por tanto nunca se podría partir de una única realidad objetiva. En la misma dirección tocó temas que también le afectaban: La política, los abusos de poder, la búsqueda filosófica, y también reflexionó sobre la religión y dios, especialmente hacia el final de su vida.

A veces imagino que puedo hablar con él, le hablo y le digo:

Ah, querido mistic Dick o polla mística, como desees, sé que eras un poco artista de mierda, o al menos eso pensaban de tí en vida, y tal vez te hicieron creer. Ahora que estas muerto son otros los que engrosan sus bolsillos con los dólares que tú ansiabas. Bien putas las pasaste para conseguir de forma habitual ese arsenal de anfetaminas que usabas indiscriminadamente para sobrevivir entre la velocidad de tus dedos, que hacían clack, claclak, clack, con la misma prontitud que se descargaban las sinapsis neuronales de tu cerebro. Ah, Dick, Dick, Dick, pronunciar así tu nombre es un ejercicio onanísticamente literario o literariamente onanístico, te diré algo, yo también veo a dios, sí, incluso he podido leer sus libros, porque dios, querido Dick, dios eres tú.

"Laberinto de muerte" (1970) es otra de esas obras de Dick que me dejaron maravillado. Una de las mejores que le he leído. En sí, en un principio, parece que asistimos a la reunión en un planeta extraño entre varias personas que han sido requeridas para diversos puestos de trabajo. Poco a poco esas personas van siendo asesinadas misteriosamente. Lo que en un primer momento parece no es. Una entidad escondida en el planeta parece sumirlos a todos en una especie de juego, pero... ¿Qué ocurre en realidad?.
Hablar de ella en profundidad supondría desvelar su terrible final, que es endemoniadamente triste y amargo: un tremendo colofón cuyo púnto álgido sólo se desarrolla en las últimas cincuenta páginas. Una reflexión lucidísima sobre la necesidad de supervivencia y sobre el imperante requisito de la esperanza para la humanidad. Yo lo situaría casi a la altura de Ubik o El hombre en el castillo, dos de sus obras más reconocidas. Pero seamos realistas, éste libro no está bien escrito, todo lo contrario. Parece estar escrito por alguien a quien espoleaba el satánico verdugo para que bien rápido lo terminase. La concepción general de la historia narrada es brutal y magnífica, pero el desarrollo de las doscientas primeras páginas es aburrido y muy soso. Eso sí, sólo por leer esas últimas páginas merece la pena el libro entero, porque tal vez justifica ese clima brumoso y ambiguo al que nos somete durante casi todo el libro. y casi casi lo hace olvidar de manera agridulce, con una explicación terrible.

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