El estilo desarrollado por el autor es realmente moderno, y uno piensa leyéndola que debió romper muchos esquemas en aquella época. Además de una magnífica fluidez, uno se maravilla por la frescura de sus frases. Mientras Diderot cuenta las andanzas de los dos personajes principales, Jacques y su amo, habla con el lector, reflexionando sobre el propio arte de escribir, sobre el propio pensamiento de sus personajes, sobre lo que piensa el propio lector de lo que está leyendo. El autor y el propio lector de la novela se convierten de este modo en dos personajes más de la historia. Y esto, señores, es impresionante.
En sí, en su primerísima capa, la historia trata de cómo Jacques, el sirviente del Amo, le cuenta a éste sus amoríos pasados. Lo que parece ser algo fácil y que debiera ocupar poco tiempo, se convierte en toda una carrera de obstáculos, pues mil cosas siempre ocurren para que la historia quede sin contar en todo momento. A través de los acontecimientos que les van acaeciendo a los dos personajes, Diderot, de manera sutil, y a veces forma bastante directa, hace, en una serie de subcapas en la trama, una dura crítica de la sociedad en la que vive, proponiendo situaciones de lo mas variopintas que nos llevan desde la reflexión mas profunda hasta la carcajada mas limpia.
2 comentarios:
Acabo de terminarla hace un rato y... tienes toda la razón, resulta realmente muy sorprendente que una novela escrita hace tantos años resulte tan "fresca" y ágil. No es por menospreciar a la literatura clásica, claro, pero es cierto que se la suele notar más encorsetada en algunos aspectos, siguiendo unos determinados esquemas.
Y en Jacques el fatalista Diderot va saltando a su antojo, jugando con sus personajes, con la trama y con el lector, soltando perlas demoledoras y fantásticas bromas.
Un gran descubrimiento, sí señor!
¡Lo leíste!
Me alegro un montón de que te gustara. Sabía que te gustaría.
Para mí es uno de esos libros que vuelven a la memoria una y otra vez a lo largo del tiempo.
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